Esta palabra es sinónima de fanatismo, se puede entender como una afición, exagerada en ocasiones, hacia una persona o cosa.
Puede ser algo sano en el individuo, pero en algunos momentos, logra que los seres humanos se obnubilen y pierdan su capacidad de razonar.
Por ejemplo, alguien a quien le guste mucho el cine, y que haga esfuerzos para ver todas las películas que pueda, es algo positivo que no hace daño a nadie, de igual forma, si es fanático de la lectura, siendo capaz de dedicar largas horas a este hábito maravilloso, es envidiable, pero en el caso de la política y de algunos deportes, puede afectar la capacidad de raciocinio.
He conocido seguidores de un partido político, incapaces de admitir que un candidato de su preferencia ha cometido un error, pierden su objetividad y lo siguen ciegamente, aún a sabiendas de que no se lo merece.
Tengo una amiga a quien no le puedo comunicar ninguna dolencia que yo sienta, pues de manera inmediata, ella asume que la única que conoce médicos capacitados es ella, incluso, se siente con el derecho de minimizar los conocimientos que tenga el que me esté asistiendo. Se cree la única persona que conoce médicos eminentes. ¿Conclusión? Dejé de contarle mis problemas de salud.
No debemos permitir que este sentimiento nos impida pensar de manera crítica, pues corremos el riesgo de convertir en ídolos personajes que no se lo merecen.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica