Hace unos días, tuve la oportunidad de aprender que para el Consejo Nacional para la Niñez y la Adolescencia (CONANI), los niños entregados en calidad de adoptados, se consideran hijos del corazón.
Nunca en mi vida me imaginé que en este país existiera una institución con un criterio tan elevado de lo que significa para una pareja acoger como suyo a un bebé que, por las razones que sea, no pudieron engendrar.
Como ya he expresado en varias ocasiones, no sé si el encierro obligatorio, debido al paso del Covid por nuestro país, despertó en mi, emociones dormidas, o si es que realmente me estoy volviendo loca, pero lo cierto, es que por cualquier nimiedad, las lágrimas afloran a mis ojos, y hago “bembitas”, como los bebecitos. Obvio que al adquirir ese nuevo aprendizaje, ya podrán imaginarse la lucha tan feroz, para que no me fajara a llorar hasta formar un río.
Como las cosas de Dios son así, jamás pensé que nuestra familia fuera bendecida con poder recibir un bebé en adopción, que él me daría la oportunidad de tener en mis brazos, según lo aprendido, lo que sería un nietecito de mi corazón, pero realmente creo que se quedaron cortos, pues en el amor tan grande que siento por Francisco José, mi negrito del alma, están involucrados todos los órganos de mi cuerpo.
Ese negrito, color chocolate, ha venido a alborotar todo el sistema familiar, es tierno, sabe dar y recibir amor de una manera inusual.
Se ha convertido en el protagonista de la película, y para completar nuestra felicidad, realmente parece que por sus venitas corre la misma sangre de nosotros, y todas las personas que observan sus grandes y expresivos ojos, sin ningún disimulo cuestionan si realmente es adoptado o es hijo de Iván, mi primer hijo.
Este es un escrito familiar, una especie de testimonio, del gran amor que, este hijo del corazón, ha logrado despertar en los corazones de todos los que esperábamos con ansiedad, el momento en que entrara en nuestras vidas, para que sin proponérselo, lograra que a partir de ese momento, todo girara en torno a él. Negrito amado, realmente eres una bendición.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica