The ratoncitos show

Creo que uno de los mayores estímulos para mi inspiración, es el hecho de haber vivido toda mi vida en barrios populares, donde ocurren las cosas más insólitas que cualquiera pudiera imaginar.

Tengo la tendencia natural a ser muy sociable, los niños me tutean, y cualquier adulto se siente en confianza de contarme sus cosas, intimas en ocasiones, lo que hace que, sin que esta sea mi intención, me entere de todo.

Soltando la teoría, les cuento que tengo una vecina, la cual, cuando las niñas no tienen que ir a la escuela, y ella tiene que ir a trabajar, me las encomienda para que se las vigile. A esto se le suma el hecho de que, en esa vivienda, siempre hay algún otro u otros niños o niñas, de visita.

Ayer sucedió algo, algo muy cómico, pero peligroso a la vez. La madre de las niñas se fue a trabajar y cerró con llave la puerta de hierro que está a la entrada del callejón.

En la pequeña vivienda, estaban en total unas cuatro niñas, la mayor es una adolescente, quien estaba al mando de la situación. De repente, todas empezaron a gritar, corriendo despavoridas.

Inmediatamente, dejé lo que estaba haciendo, y, por la ventana, ¿les pregunté qué sucedía? La más grande, casi muerta del susto, me dijo que, a la más chiquita, se le pegó un cartón adhesivo que tenía tres ratoncitos muertos, adheridos.

El pánico no la dejaba reaccionar, la víctima estaba histérica, y las dos restantes, estaban dispuestas a volarse por encima del portón.

No sé cómo pude controlar la situación, le dije a la mayor que me trajera a la niña cargada, para intentar,a través de la ventana, resolver la situación.

Me la trajeron, toda temblorosa, para mi buena suerte, los pequeños prisioneros estaban muertos, agarré el adhesivo por un lado que no tenía pegamento, como toda una heroína, la desprendí, y la doblé, de forma tal, que los difuntos quedaron prisioneros dentro del cartón, se lo entregué a la mayor, dándole instrucciones de meterlo en una funda y echarlo a la basura.

Finalmente, todo fue risa, le contaban la situación a todo el que llegaba, me convertí en una versión negra de la “Mujer Maravilla”.

Toda la magia se vino al piso, cuando mi marido me preguntó, ¿si en lugar de los ratoncitos, hubiese sido una culebrita…? ¡No tengo respuesta!

Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)

*La autora es psicóloga clínica

Comparte esta noticia en tus redes sociales: