Hace varias noches deliré con una horrible pesadilla, soñé tener en mi cara una extraña mascara que medio me asfixiaba y no me permitía ver ni hablar, a mi alrededor percibía un peligro inminente de muerte. Sentía esa sensación tan cerca de mí, intentaba ver o gritar, pero la extraña mascara me lo impedía.
Ella, mi compañera, siente mi desesperación y me despierta, siempre dice que eso me pasa por estar viendo películas feas antes de ir a la cama. Anoche no, le contesto, mi sueño, le digo, fue más bien revelador del poder omnipotente y omnipresente de Dios.
En la desesperación de aquel sueño, sintiendo aquella horrible mascara, también sentí algo más fuerte y poderoso dentro de mí. A pesar de no poder ver ni hablar, percibía dentro y fuera la presencia de una fuerza aún mayor a mi temor.
Pude darme cuenta y comprender la presencia del gran poder de Dios. Su imponente presencia, sin importar que no pudiera verlo, oírlo y escucharlo, su poder puede más, puede hacer que tu lo veas, aunque estés ciego, puede hacer que le escuches, aunque estés sordo, el poder de Dios siempre puede más.
Esa fue la respuesta que le di a mi esposa cuando me despertó de aquel difícil pero revelador sueño. Ese sueño lo pude comparar entonces, con lo que pasa en la vida de muchas personas. No pueden ver ni escuchar la realidad que le rodea, no importa lo fuerte que intenten gritar, nadie los escucha, nadie los ve, pero el poder de Dios puede Más.
Aunque no veas ni puedas hablar, aunque intentes gritar y no puedas, el poder de Dios dentro de ti puede más. No importa la desesperación que tu sientas, no importa que las palabras no te salgan por el nudo en tu garganta, que tus ojos pierdan su luz cansados de buscar y no encontrar, Dios siempre puede más.
Esa fe, esa creencia en él, será nuestra única esperanza, nuestra única salvación. Es el salvador de los ciegos, de los sordos, de los mudos, de los que no tienen brazos ni piernas, pero posees lo único más importante para él, tu alma.
Esa alma que sólo tú puedes cuidar y proteger para asegurar vida real y abundante después del tránsito por este infierno en el que vivimos para quienes rechazamos las cosas de este mundo.
Como lo sufrió y enseñó Jesús y como ha de vivirlo y sufrirlo todo aquel que pretenda y aspire seguir sus pasos. seguir a Cristo es seguir su ejemplo, o sea enfrentar con entereza y dignidad a todo aquel que niegue la justicia y el amor entre los hombres. Por qué el poder de Dios, por lo siglos de los siglos, siempre podrá más.
Por Ebert Gómez Guillermo