La situación en Haití se desborda exponencialmente. Los servicios de salud, los más perentorios de la vida humana, dejaron de existir a causa de la violencia política. ¿Pero qué buscan con eso?
Se ha sabido hasta el hartazgo, que las pretensiones de las bandas haitianas no sólo buscan derrocar un régimen para colocar otro. También es alertar a la opinión pública mundial del peligro de mantener la frontera cerrada por parte de República Dominicana.
Destruyendo los servicios sanitarios de Haití, se socava la voluntad internacional contra la seguridad dominicana y ésta tendría que, por obligación, abrir la frontera para el uso de nuestro sistema hospitalario.
Es un asunto de simple entendimiento. Está más que claro la planificación en frío de ambas partes encontradas para lograr objetivos lejos de sus pretensiones humanitarias, pero cerca de nuestros hospitales. En las calles de Santiago de los Caballeros amanecen a diario decenas de niños y niñas sedientos de comida y techo. Vienen porque los dejan en las inmediaciones de Villa González.
Hoy mismo, el autor fue testigo fiel de una acción tanto dolorosa como amarga que nos muestra el movimiento de la derivada como medida de los cambios del exponencial aumento de la llegada de infantes sin acompañamientos, que tanto se podría definir como un acto de “entrega” a los dominicanos para su manutención y cobijo, que en el fondo, también, determina que somos un pueblo con valores altruistas y un peligro latente para la soberanía nacional.
Los dejaron delante de nosotros debajo de un puente seco en las inmediaciones del límite municipal Villa González-Santiago Oeste, dos municipios colocados al noroeste y oeste de la provincia de Santiago.
Lo ocurrido la víspera en Puerto Príncipe, donde se alojan los centros asistenciales del país vecino, en lo referente a secuestro de médicos y sus asistentes, la destrucción de las estructuras físicas y los depósitos de quipos médicos y medicamentos farmacéuticos, es un plan concebido cuidadosamente que procura el rompimiento del orden militar de seguridad nacional establecido en referencia a la frontera.
Debemos estar ojo avizor sin menoscabo de nuestra ingente forma de proceder ante situaciones lamentables que ponen en peligro la existencia pacifica de los pueblos.
Esto, conlleva la unificación de criterios en torno al sistema interno de información de seguridad del Estado, ya que en el trajín de la entrada de heridos y enfermos, se cuelan personeros non santos que llegarían con su plan macabro debajo de los brazos. Los códigos del lenguaje de un sector es igual al otro: Los intereses son uno y los resultados se dispersan en beneficios en desmedro de la convivencia pacífica de pueblos vecinos.
Estamos de acuerdo con algunos sectores nacionales que proponen la creación de un cordón de seguridad de cuatro a cinco anillos en torno a un área determinada para atender las necesidades hospitalarias del pueblo haitiano, a los fines de impedir que desde allí penetren profundo al interior del país. Que se utilicen los hospitales móviles del gobierno, se preparen furgones, se habiliten áreas alimenticias y sean trasladados parte de las cocinas móviles de los Comedores Públicos.
También, una carpa del Consejo Nacional de la Niñez (CONANI), con su avituallamiento que incluya un personal de psicólogos infantiles. Esto, con la finalidad inmediata. Calmados los placeres de violencia de ese pueblo, del cual casi no se puede excluir sectores, la calma retorne aunque mínima, se regrese por vía expedita…
¿Qué buscan los sectores enfrentados por el poder en Haití destruyendo todo lo poco que queda del sistema hospitalario más deprimente del hemisferio?
La respuesta es clara y contundente, sin señal ni contraseñas, es una: acabar destruyendo lo para que la frontera sea abierta reclamando razones humanitarias.
Las demás razones se disfrutan tras resultados.
Por Carlos Ricardo Fondeur Moronta
El autor es periodista, crítico de cine, residente en Santiago de los Caballeros, República Dominicana.