Luego de varias semanas fuera de circulación, debido a que, por circunstancias inesperadas, tuve que enfrentarme a tres procesos quirúrgicos, los cuales marcaron un antes y un después, tanto en mi vida como en la de mi familia, aquí estamos de nuevo.
Durante todo ese tiempo, hice el mayor esfuerzo por mantener la actitud positiva, que siempre me ha caracterizado, aunque, como ser humano, reconozco que, en dos ocasiones, tuve que recurrir a todas las estrategias posibles para no derrumbarme.
Las personas muy activas tendemos a aburrirnos con mucha facilidad, pero en mi caso, las excesivas y merecidas atenciones de mis familiares, especialmente de mi esposo y mis hijos, lograron que la cama fuera un centro de observación y planificación.
Me volví loca analizando algunos cambios a realizar en el ámbito profesional, los cuales pienso implementar. A propósito, registré en mi mente algunos temas puntuales para abordarlos en mis siguientes artículos.
En mis reflexiones, saqué muchas conclusiones, una de ellas, es que el amor que recibimos no es gratuito, es producto de una siembra bien cultivada a través de los años. Otra es que no existen hijos malos, sino padres que no han sabido hacer su trabajo.
Debemos aprender a cultivar el amor por encima de todas las cosas, no esperar a encontrarnos ante la posibilidad de que alguien querido pueda morir, para declararle abiertamente lo que sentimos, sea positivo o no.
No debemos economizar abrazos o besos, pues tienen un valor tan grande, que ninguna tienda ha podido ponerlos en oferta, pero, sobre todo, vivir cada día con una emoción tan profunda, que nos haga sentir que aún nos queda mucho por hacer.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)