Un o una periodista de vocación y corazón desearía desarrollar su carrera en un buen periódico, cadena de radio o de televisión, convertirse en un profesional influyente en su país y admirado a nivel internacional, pero los tiempos han cambiado porque ahora para ingresar a una plataforma digital no se necesita inspiración.
En el escenario mediático de hoy no hay periodistas, porque todos hemos sido elevados o disminuidos a la condición de “comunicadores”, igual para profesionales de larga data y ascendencia profesional, que para aquellos que tienen el talento de pronunciar palabras obscenas o brincar por los escritorios.
Lejos parece estar el día cuando un periódico local alcance tanta influencia mediática y calidad ética como, por ejemplo, The New York Times, que publicó en su edición del viernes un editorial titulado “Si quiere servir a su país, el presidente Biden debería abandonar la carrera”.
Tampoco luce cerca la fecha cuando un periódico dominicano publique una investigación realizada por periodistas de su redacción que obligue a su designado director a renunciar antes de ocupar el puesto, como ocurrió en el The Washington Post, con Robert Winnett, cuya turbia vida profesional y personal fue develada en un reportaje de tres mil palabras.
Se aspira a una prensa tan fuerte como el periódico neoyorquino que después del debate presidencial del jueves reclamó en un editorial al presidente de Estados Unidos que desista de su propósito de reelegirse, o tan resiliente como el Washington Post, cuyo periodistas develaron el pasado de un designado director.
El periodismo dominicano guarda un pasado glorioso de lucha por la soberanía, democracia y libertades públicas, pero su futuro luce incierto, no solo porque cede espacio a una difusa la comunicación digital en la que participa con desventaja.
Es posible que por su participación en el mercado impreso y de internet, la prensa tradicional logre sobrevivir, pero el problema radica en la acelerada degradación ética que drena al periodismo y a los periodistas, obligados a cohabitar en laberintos cibernéticos difusos con intereses mayormente espurios.
En el mundo cibernético sobran espacios para que los periodistas habiliten periódico o páginas digitales que los convierten en emprendedores de redes, pero la publicidad que sostendría esos emprendimientos aun opera desde tierra firme, vedada a los Pymes, a menos que se alineen con tales o cuales intereses, ante lo cual se disipa el sueño de ejercer un periodismo ético.
Formo parte de una generación de periodistas que ya ejerce en el otoño de su carrera, por lo que hacia el futuro, si cada cual no asume conciencia sobre el futuro de este oficio vocacional, todos tendrán que aprender a pronunciar palabras obscenas o afrentosas, difamar y encaramarse sobre escritorios.
Por Orión Mejía