Un hombre bueno

Con la fatídica noticia sobre el suicidio del presidente Antonio Guzmán en el Palacio Nacional, el 4 de julio de 1982, se ofreció la información de que inmediatamente el vicepresidente Jacobo Majluta fue juramentado como jefe de Estado para concluir la gestión del malogrado mandatario, de la cual restaban 43 días.

De Majluta, quien había sido ministro de Finanza del derrocado gobierno del profesor Juan Bosch, en 1963, recuerdo las acidas polémicas que sostuvo con su antiguo maestro durante la década de los 80s, cuando el líder del PLD lo acusó de adquirir irregularmente unos terrenos en Puerto Plata.

Puede decirse que como presidente en tan difícil situación derivada del suicidio de don Antonio, Majluta cumplió con su deber de mantener relativa estabilidad política, en un breve período de convulsión social derivado también de una crisis económica.

Escribí para NotiTiempo un editorial titulado “43 días con sus 43 noches”, cuyo contenido censuraba la costumbre de despachar mercancía desde las aduanas en horas de la noche, lo que fue denunciado como practica de contrabando, lo que obviamente, fue rechazado por las autoridades de entonces.

La verdad es que en la redacción de Radio Comercial fuimos muy críticos contra actuaciones del breve gobierno, tanto así que, uno de los hijos del fenecido José Brea Peña, llegó a participar en el programa “La Historia de la Noticia” para fustigar decisiones o iniciativas oficiales.

Con el veterano periodista Héctor Amparo, como reportero en el Palacio Nacional, estuvimos siempre muy bien servido en términos de noticias, por lo que mi interacción con el presidente Majluta se limitó a muy contadas inauguraciones o encuentro con editores.

Mucho tiempo Jacobo pidió conversar conmigo en su residencia un día en la mañana, cosa rara porque él dormía de día y trabajaba en la tarde-noche, invitación que comuniqué al director de El Nacional, Radhamés Gómez Pepín, quien me alentó a acudir a la cita de inmediato.

Me espero de buen ánimo con un cigarrillo largo y de color entre sus dedos, del que me dijo que no tenía nicotina, al sospechar que yo estaba en conocimiento su cáncer de pulmón o garganta. La verdad es que con el Majluta que interactúe fue un hombre absolutamente diferente al que había tratado como presidente y dirigente político.

Desde ese momento lo creí un hombre bueno, con virtudes y defectos.

Sabiamente, mi entrevistado me ofreció unas declaraciones sobre un tema actual que fue noticia principal en El Nacional, pero la verdadera intención de la conversación fue su deseo de contarme historias que revelaré en la próxima entrega.

Por Orión Mejía

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