El juego sucio de incentivo a la música mediocre

Cuando llegaba octubre ya se sentía en República Dominicana y todo el Caribe la brisa de la navidad. Era el inicio de una época invaluable que, de niño, todos los años, solíamos esperar atentos a que nuestros profesores nos dijeran que iniciaba el periodo navideño.

Se iniciaba con las canciones tradicionales de Jhonny Ventura, Joseíto Mateo, el combo de Félix del Rosario con sus emblemáticos cantantes. No había edad ni clases sociales.

Era como el contenido de la canción “Fiesta”, la legendaria obra musical de Joan Manuel Serrat: Todo el pueblo era uno, al menos hasta terminada la canción, que describe:” …vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas…Se despertó el bien y el mal, la pobre vuelve al portal, la rica vuelve al rosal y el avaro a las divisas. Se limpiaban las latas de aceite para preparar el jengibre, nuestros viejos pensaban en los juguetes del 24 de diciembre y, si no había dinero, la Vieja Belem.

Eran épocas inolvidables para quienes pudimos sobrevivir a los innumerables problemas económicos, sociales y políticos que la juventud de hoy ni siquiera tiene un mínimo de imaginación para compararlas.

Sonaban los anuncios comerciales anunciando la navidad. Las emisoras suplían todas las necesidades históricas de hábitos navideños: De seis de la mañana a doce de la noche el repertorio de música de las orquestas dominicanas y Puerto Rico parecía una llama inextinguible de emociones y recuerdos.

Estamos ya en otra época, donde las emisoras y los canales de televisión son los principales cómplices, junto a los gobiernos, de la extinción de esa llama enaltecedora de la temporada en la que todo el pueblo iba raudo a calentarse. Con ese plan, se terminaron las orquestas populares y los cantantes.

Se quedaron ociosos los actores, actrices y locutores que nos obligaban a saborear el aire navideño de nuestros ancestros.

Es el juego sucio de incentivo a la música vacía.

La música debe, como todo ente cíclico, a evolucionar, pero dentro de sus propios criterios iníciales que dieron vida y alivianaron el pesado lastre de la pobreza, la ignominia histórica de nuestros antepasados, marcados por guerras intestinas e invasiones extranjeras, pobreza extrema, falta de protección social y económica de los gobernantes de turno, de las enfermedades e inclemencias del clima, donde abundan los huracanes y tormentas de todos los tipos.

Diciembre y enero son los pocos meses de sosiego que nos brinda la naturaleza. Hasta que nuestros niños crecieron físicamente y sus cerebros se encogieron.

En varias ocasiones, llegué a enviar cartas a las emisoras de Santiago de los Caballeros, a fin de que prepararan un disco especial con música navideña. Existía, en los años ochenta. Nunca lo volvieron a hacer. Lo mismo hice con las instancias del gobierno de turno. Oídos sordos.

Le época había concluido y todo correspondía a un plan del narcotráfico. Todo estaba claro, solo que mi mente juvenil con criterios límpidos se negó a reconocer.

Las emisoras de radio y televisión de los años 2000 hasta la fecha son cómplices directos de la perdida de moral y sentimiento en el contenido de las músicas y videos. Lo son, porque aún dentro de la temporada navideña, colocan contenido insultante, irrito, aberrante y con pleno apoyo a las sustancias ilícitas.

Reconozco que no he dicho nada nuevo. Solo que, debo insistir en mis propósitos de hacer valer lo bueno sobre lo malo: No es lo mismo oír un merengue, aunque sea de nueva data, que un renguee sin mediciones ni estructura que soporte el más mínimo análisis.

Una juventud entrampada en lo incierto:

Duele decirlo y reconocer que nuestra era es una maraña de cardos, donde quedan engañados los jóvenes y se enredan sus pensamientos. La música debe tener contenido.

Por eso, abogo siempre por el mantenimiento de la cultura navideña, aunque ajustada a la era actual, pero con el mismo sentido de expresión de amor y ternura hacia nuestros viejos e hijos. Lo que era bueno para nuestros ancestros por lógica es bueno para nosotros.

Nuestra madre nos decía: Coman todo lo que les doy, todo lo que está ahí es bueno. Una buena madre no da porquerías a sus hijos.

El gobierno tiene y mantiene una dependencia inoperante y fútil al que denominan anacrónicamente Ministerio de Cultura, que gasta de nuestro presupuesto millones de pesos sin techo ni límites, que nada hace para crear y mantener espacios tradicionales que forman parte esenciales de nuestra única forma de aceptar el dicho aquel del pan y circo, no que nos los dan, es que es una forma que nos damos para deshacernos, al menos por un tiempo, de la maldad que ejercen los sectores pudientes sobre el pueblo.

Llega la navidad. Apurad, que allí os espero si queréis venir. Pues cae la noche y ya se van nuestras miserias a dormir…

Por Carlos Ricardo Fondeur Moronta
El autor es periodista, crítico de cine, residente en Santiago de los Caballeros

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