El día antes de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la mayoría de los diarios, cadenas de televisión y plataformas digitales decretaron “un empate técnico”, entre Donald Trump y Kamala Harris en las preferencias electorales, tanto en el voto popular como en los estados con mayores sufragios al Colegio Electoral.
Tan cerrado parecía el cuadro de competencia entre los partidos Demócrata y Republicano que casi todos los analistas estadounidenses vaticinaron que los resultados finales se conocerían el sábado, cuatro días después del cierre de las votaciones, además de presagiar posible crisis electoral y hasta política.
El mismo marte en la noche ya se sabía que Trump retornaría a la Casa Blanca, lo que no significó sorpresa mayor, pero si el hecho de que ganó con la mayoría popular y con casi 40 votos electorales por encima de los 170 que se requerían para ser proclamado presidente electo. ¿Qué pasó? ¿Por qué ese cambio tan brusco?
No resulta fácil entender que un ex presidente declarado convicto por 34 cargos criminales, que nunca reconoció su derrota electoral del 2020, que definió como patriotas a las hordas que asaltaron al Capitolio, retornara al poder con el respaldo mayoritario de sus compatriotas.
La explicación más razonable sería decir que Trump se erigió como el mal menor ante una gestión del presidente Joe Biden cargado de fracasos y falencias, especialmente ante los temas de migración, política exterior e inflación.
Después que los barones demócratas obligaron a Biden a renunciar a sus aspiraciones de reelección, sobre la vicepresidenta Harris se tendió un proyecto de candidatura cubierto por discursos de fantasía, sin que lograra librarse del fracaso de la política migratoria demócrata que ella misma condujo.
El presidente Biden aprovechó la guerra entre Rusia y Ucrania para reactivar la industria militar de Estados Unidos con gestiones ante el Congreso de financiamiento a Kiev por miles de millones de dólares en provisión de armamentos, estrategia de agravó el nivel de endeudamiento y de inflación.
La administración de Biden también extravió el control del conflicto entre Israel y Hamas, al fracasar sus gestiones de diálogo y alto al fuego, a tal grado que lo que se ejecuta en la franja de Gaza se aproxima a una virtual operación de exterminio.
Economía y migración representaron más del 50% del interés de los electores al momento de sufragar, a lo que se agrega la política exterior de Estados Unidos y una agenda liberal mal mercadeada sobre aborto y derechos de la comunidad LGBT, temas con los cuales Kamala tuvo que lidiar en condiciones de desventaja.
Por todo lo ante expuestos y muchas razones más, puede decirse que mucho tiempo antes del primer martes de noviembre, Kamala Harris perdió, y Donald Trump ganó.
Por Orión Mejía