Parásito letal en las redes

El periodismo a la vieja usanza debe­rían incluirlo en la lista de especies en vía de extinción con el compromiso de protegerlo y promoverlo para que sobreviva ante su depredador princi­pal que sin dudas es un tipo de pará­sito letal que se aloja en la médula de las redes.

En principio se creía que el dilema fa­tal radicaba en la lucha desigual entre la prensa escrita y la digital, pero el tiempo ha demostrado que el periódi­co de papel consolida su liderazgo co­mo fuente noticiosa de credibilidad ante lectores y propios internautas.

Los espectáculos circenses monta­dos en escenarios de redes sociales, donde trapecistas realizan malabares sobre finas cuerdas de fake news o post verdad instaladas y operadas por propios artesanos circenses o promo­tores de falsedades, compiten de ma­nera desleal con el auténtico perio­dismo que oferta objetividad.

La prensa tradicional se extingue con la misma rapidez que la mediocridad o el falso periodismo se entronizan en el mundo digital desde donde merca­dea la espectacularidad de la infamia, afrenta, tergiversación o falsedad dis­tribuida en envases de vulgaridad.

El buen periodismo está compelido a realizar el crossover hacia el mundo digital, sin decretar divorcio con sus abnegados lectores, con los cuales ha tenido por anejos vínculos a través de la divulgación en papel de sucesos re­levantes, la promoción de la cultura, ciencia, entretenimiento, deportes, entre otras variedades.

Escrito está que la prensa tradicional coexistirá con el periodismo digital, como también lo hará el libro, porque los unos suplirán a los otros en sus fa­lencias y virtudes. El depredador de ambos es y será ese parásito letal que carcome la comunicación por inter­net al contagiarla con falsedades, in­famia, afrenta y vulgaridad.

Ese tipo de protozoo mediático se alimenta de la ignorancia y la medio­cridad que a su vez se abren paso an­te la ausencia de políticas educativas efectivas que regenteen la escuela y la familia, así como la no aplicación de una legislación que tutele el bien ju­rídico relacionado con los derechos a la buena fama.

Prevalece una confrontación éti­ca entre el buen periodismo con sus depredadores. Como ejemplo de se menciona que la prensa escrita des­taca la tragedia de una estudiante vio­lada por dos de sus profesores, pero lo que se ha hecho viral ha sido la saga sobre “las amantes de funcionarios”.

La prensa ni los periodistas deberían temer a las redes ni al periodismo di­gital, aunque para sobrevivir en lide­razgo e influencia se requiere salir ai­rosos del combate a muerte que debe escenificar contra ese parásito letal que medra en las redes.

Por Orión Mejía

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