El 11 de septiembre se conmemoró un nuevo aniversario de El Nacional (1966), de la muerte del presidente Salvador Allende (1973) y del atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York (2001), sucesos históricos que asocio con imborrables vivencias políticas y profesionales.
Juan Bosch sintió mucho el derrocamiento del gobierno de Allende por un golpe militar encabezado por el general Augusto Pinochet, que implantó en Chile una dictadura militar que se prolongó por 17 años, durante la cual miles de jóvenes fueron asesinados o encarcelados.
La muerte del presidente Allende, dicen que por suicidio en el Palacio de la Moneda, bombardeado por la Fuerza Aérea, fue una tragedia que, a mi modo de ver, tuvo un impacto en el pensamiento político de Bosch, tan fuerte como el que le causó su propio derrocamiento en 1963.
A eso atribuyo que don Juan pusiera tanto empeño en el Comité de Solidaridad con Chile, que creo presidía el economista Vicente Bengoa, quien estudió en Chile, y tenía a su cargo difundir el pensamiento político del malogrado presidente y denunciar los crímenes de la dictadura.
Los actos de conmemoración del aniversario del derrocamiento y muerte de Allende se hacían en el Teatro San Carlos, presididos por Bosch, a quien Juan Freddy Armando y yo interrumpimos una noche poco antes de la ceremonia para presentarle los originales del periódico Vanguardia del Pueblo, que circularía al otro día.
Don Juan anuló un reportaje de página completa e hizo otras correcciones, lo que obligó a Juan Freddy y a mí a trabajar contra el reloj hasta la medianoche para suplir esa página de Vanguardia. Fue una noche difícil, pero memorable.
A El Nacional ingresé como 18 años después. El aniversario 35 no pudo festejarse porque ese día fui el primero en ver en la TV de la redacción cuando un avión de impactaba sobre la torre norte y puse en alerta al director y a los demás colegas.
En lo inmediato, Radhamés Gómez Pepín creyó que se trataba del vuelo 857, que todas las mañanas despegaba del aeropuerto Kennedy hacia Santo Domingo, pero el segundo avión que se estrelló contra la otra torre gemela, descartó esa posibilidad.
Gómez Pepín, que en paz descanse, puso en relieve su singular capacidad, experiencia y habilidad como periodista y director, al mantener la calma en la redacción y preparar una edición que sería la primera que informaría al país sobre una tragedia que marcó por siempre a Nueva York y a Estados Unidos.
El 2001 corría mi año número 17 en el periódico, pero en esa mañana del 11 de septiembre, todos en la redacción recibimos una imborrable lección sobre la trascendencia social de la profesión de periodista, con el golpetazo de esa tragedia.
Por Orión Mejía