El presidente Luis Abinader pudo sacar a tiempo a la gobernanza política colocada en carriles de incertidumbre por quienes diseñaron el paquete de reajuste fiscal que introdujo en el vientre del Presupuesto Nacional 2021, pero aún falta inhabilitar el carruaje neoliberal sobre el que se pretende acarrear a la economía.
La Barrick Gold y la banca aportarán los recursos equivalentes a lo que sería recaudado por esos impuestos, sobre la cuales el Presidente adelantó que serán extirpados del proyecto de Ley de Gastos Públicos, lo que desactiva una bomba social.
He postulado que partidos de raíces liberales, una vez en el Poder, ejecutan o formas hibridas de rostros populistas y extremidades neoliberales, derraman subsidios al otro lado de la verja de la miseria y distribuyen las enormes utilidades y privilegios en anaqueles altos del empresariado.
El mejor ejemplo lo representa el discurso de algunos funcionarios que justifican el impuesto sobre la renta al sueldo 13, pero que recomienda cautela con la revisión de los gastos tributarios o exenciones fiscales a grandes empresas, por más de 200 mil millones de pesos.
Se habla de reducción del gasto público, que no es lo mismo que impregnarle calidad, porque la primera acepción se refiere solo a recortar programas sociales para que sea la dinámica económica la que subsane el discrimen social.
Impregnar calidad al gasto significa erradicar todo vestigio de privilegios en favor de funcionarios en cualquier nivel jerárquico o erogaciones administrativas o burocráticas carentes de efectividad o valor agregado. Es esa una clara diferencia entre el neoliberalismo y una gestión de amplio arraigo social.
El Presidente ha procurado que dos connotados sectores de las pirámides económicas, que el profesor Juan Bosch situó en el Frente Oligárquico, aportaran los recursos necesarios para aliviar el déficit fiscal.
Otros pretendían que salieran de los esfínteres de la población.
Revocar todos esos impuestos e identificar fuentes sanas de ingreso, como la minera que extrae y exporta oro, a precios exorbitantes, o el sector financiero, cuyas utilidades han sido extraordinarias por más de un decenio, ha sido una decisión oportuna, sanadora y audaz.
La iniciativa presidencial, además de evitar un posible estallido social, estriba en que sirva para conjurar el proyecto neoliberal que una parte del Gobierno y del PRM procuran impulsar, porque lo que requiere el momento es promover la expansión de la economía por vía del gasto, no restringirlo.
El Presidente empieza a darse cuenta de que el político es él, quien además es y será la figura histórica que cargará con la responsabilidad de lo que haga o deje de hacer su gobierno, para bien o para mal.
Por Orión Mejía