Una de mis virtudes es ser sumamente detallista. Me fascina estar pendiente de todas aquellas cosas que les gustan a las personas que ocupan un lugar en mi corazón, en sentido general, me desvivo por hacerles sentir bien.
Es una bendición que yo sea así, pero en ocasiones, me creo con el derecho de no entender, a pesar de mis estudios de Psicología, que todos los seres humanos somos diferentes, siendo precisamente esto uno de los temas tratados cuando se hablaba de las diferencias individuales, y se repetía una y otra vez, que los seres humanos somos ´´únicos e irrepetibles´´.
Esta reflexión es producto de un pensamiento maligno que pasó por mi mente, relacionado con una persona muy querida e importante en mi vida: Mi hijo Iván…
Estaba acostada, viendo televisión, y de repente pensé que él, nunca de manera espontánea, me ha sorprendido con un detalle material de algo que sepa que me gusta.
Como si fuera una respuesta a mi análisis, sentí en mi celular el sonido que anuncia la entrada de un mensaje.
Acto seguido, al chequear, pude ver que él me acababa de enviar videos de dos artistas que me enloquecen: The Supremes y Ray Charles.
Sorprendida, sentí que era una respuesta a mi deseo antes expresado: ¡Un regalo!
Me sentí un poco abochornada, pues sé de sobra que él no es del tipo de personas que va a la tienda a buscar regalos, pero como tenemos gustos tan similares, como es la música, especialmente, esa llamada Oldies, en inglés, de las décadas 50, 60,70, etc., y el cine, a pesar de la diferencia generacional que existe entre nosotros, disfrutamos con locura.
Entendí que esa es su forma peculiar de obsequiarme regalos, no materiales, pero que me llegan al alma.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica