En los últimos años, el fenómeno de la protesta social se ha extendido por una gran parte del mundo, este derecho expresivo y novedoso de la sociedad, ha provocado en muchos casos que se reconozcan y protejan ciertos derechos fundamentales económicos, políticos y sociales que contribuyen a mejorar, las injusticias, la inequidad y la miseria social que afectaban a los sectores populares fruto de los malos gobiernos de sus países.
Los años 2019, 2020 y lo que va del 2021 constituyen un ejemplo de la multiplicación de las protestas sociales en todo el mundo, en todos los continentes han estallado poderosos movimientos sociales, que exigen en todas partes el fortalecimiento de los derechos sociales y democráticos, al tiempo que revelan las vulnerabilidades estructurales, sociales, económicas y políticas de los países en los que se producen.
En América tenemos los movimientos de protesta social que se han producido en Chile, cuando el gobierno del presidente Sebastián Piñera decidió subir el precio del pasaje del Metro en 30 pesos, llegando a un máximo de 830 pesos; en Colombia, cuando el gobierno de Iván Duque propuso una reforma tributaria para financiar las arcas fiscales tras el impacto económico de la pandemia.
En Ecuador, tras el anuncio de un impopular paquete de medidas económicas de parte del gobierno de Lenín Moreno; en Haití las protestas contra el presidente Jovenel Moïse pidiendo su renuncia; en Estados unidos por la muerte de afroamericanos y contra la brutalidad policial; en Bolivia por el golpe de Estado contra el presidente Evo Morales, solo para citar algunos casos en América Latina.
En Europa las protestas han estado dirigidas contra las reformas del sistema de pensiones y en Francia los chalecos amarillos protestaron contra el alza en el precio de los combustibles, la injusticia fiscal y la pérdida del poder adquisitivo.
En Oriente Medio y el Norte de África, la protesta social también se ha hecho sentir, por ejemplo en Argelia, donde las protestas masivas dieron lugar a la caída del presidente Abdelaziz Buteflika tras 20 años en el poder y en el Líbano dieron lugar a la dimisión del gobierno, del primer ministro Saad al Hariri.
Los gobiernos de Oriente Medio y el Norte de África, Argelia, Egipto, Iraq y Líbano, Sudan etc. han sufrido fuertes protestas sociales, como por ejemplo Sudan donde se realizaron protestas contra el gobierno tras el fin a los subsidios al trigo los combustibles y el aumento de los precios de los productos básicos, incluido el pan, medidas tomadas por el gobierno de Omar Hasán Ahmad al Bashir. Siguiendo las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El fortalecimiento de todos estos movimientos de protestas que a nivel general se están produciendo, es posible fundamentalmente, por la situación que pasan los pueblos de injusticia, inequidad, atropellos, desconocimiento de derechos y por la toma de consciencia de partes importantes de la sociedad que entienden que el poder del pueblo debe ser utilizado para favorecer sus intereses.
La realidad de estos movimientos es que tienen ante sí grandes retos y desafíos, estos movimientos han abierto canales para la expresión de la ciudadanía y han aumentado los niveles de conciencia y participación de la gente, estos movimientos sociales se están desarrollando especialmente en las ciudades. Cuestionan transformaciones, proyectos, instituciones y poderes a corto, mediano y largo plazo, y acarrean nuevas prácticas sociales
Asimismo, estos movimientos enfrentan muchas limitaciones y su resultado, político y social, sigue siendo incierto y tomará diferentes direcciones de acuerdo con las situaciones nacionales de cada país; lo cierto es que estos movimientos necesitan de una correcta conducción política progresista, no partidista, que fortalezca la cohesión reivindicativa y organizativa de la protesta social.
El expresidente uruguayo José Pepe Mujica en una intervención virtual en una actividad organizada por el Grupo de Puebla, para analizar las protestas desatadas en Colombia consideró que, “las protestas obedecen a que las nuevas generaciones tienen «más conciencia de la desigualdad» pero advirtió que difícilmente los jóvenes logren cambios duraderos si no logran canalizar su descontento en «una expresión política de largo aliento».
A lo que agregó que, “es vital que los sectores progresistas con más historias colaboren para canalizar a estos movimientos hacia la política. Si estos miles de jóvenes no salen en oleadas de militantes que comprometan su vida hacia el futuro será un fracaso de la gente más madura y vieja por no ayudar a ese proceso. Hay que abrirles puertas».
El futuro de estos movimientos sociales esté ligado de manera directa a una conducción madura, bien orientada y con un real convencimiento de que el poder del pueblo debe ser utilizado para una movilización social que conduzca al éxito en la lucha por sus derechos y reivindicaciones, que produzcan verdaderos cambios colectivos, que acaben con los privilegios, logrando conquistar derechos sociales que consigan un equilibrio que reduzca las inequidades sociales.
Por Luis Fernández
* El autor es político y comunicador