Occidente asume ya conciencia de que la ofensiva rusa en Ucrania afecta ya muy seriamente la economía global, y representa un grave riesgo para la seguridad territorial de Europa, cuando el conflicto amenaza con superar el rango de guerra convencional para convertirse en peligro de conflagración mundial.
El ejército ruso ha tomado control de la central nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa, localizada al suroeste de Ucrania, lo que ha motivado la advertencia del primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, de que esa acción compromete muy seriamente la seguridad de la Unión Europea.
Lo del corredor humanitario está muy lejos de un alto al fuego, porque lo acordado por Moscú y Kiev es el retiro de civiles previo a cualquier masacre, cuestión que no se ha cumplido, según denuncian por separado Rusia y Ucrania
Vladímir Putin ha colocado casi todas sus fichas estratégicas en Ucrania, consciente de que Rusia sufrirá severas consecuencias económicas y de aislamiento, pero también de que la economía de Europa convulsionaría.
Aquí en el traspatio dominicano, Gobierno, clase política y empresariado parece que no entienden la magnitud de la crisis en la economía mundial derivada de conflicto de Ucrania, al punto que cada cual se mantiene en su zona de confort.
El espacio aéreo del planeta esta trastornado, por las restricciones al transporte impuestas mutuamente por Rusia y Occidente, lo que impactaría sobre el turismo nacional, que el año pasado recibió la visita de más de medio millón de rusos y ucranianos.
La economía europea retrocede hacia la recesión, con predicción de baja en su crecimiento, lo que conlleva fuerte impacto sobre el empleo y obliga al Banco Central Europeo a revisar su pretensión de incrementar la tasa de interés de referencia.
La economista inglesa Ana Pettifor advierte que subir la tasa de interés ahora es una mala idea porque contrae la economía impactada por la crisis del petróleo, por lo que no sería temerario advertir que Europa y América Latina estarían en riesgo de sufrir un periodo de estanflación, es decir recesión con inflación.
El Gobierno ha aumentado el gasto social para mitigar efectos de la inflación sobre la franja poblacional de pobreza extrema, pero no debería mercadear esa previsión como panacea celestial, porque deberá afrontar daños colaterales, como el incremento del déficit fiscal y del endeudamiento.
La deuda pública y los subsidios son señales de que la actividad económica es muy baja, por lo que las autoridades deben asumir el gasto social como calmante que se aplica bajo estricta observación de la deuda pública y del déficit fiscal. Hay que guarecerse de los vientos que provoca el huracán ruso.
Por Orión Mejía