Como la mayor fuente de sabiduría es apegarse a la lectura de un buen libro, como resultado de haber terminado de leer a Violeta, de mi admirada Isabel Allende, aprendí que no es lo mismo vejez que ancianidad.
Se conoce como ancianidad el último periodo de la vida del ser humano, y en cuanto a la vejez, el diccionario académico considera vieja a la persona que cumplió los 70 años. (http://dichosalapalabra.blogspot.com/2009/05/diferencias-entre-ancianidad-vejez-y.html)
Pienso que es sumamente difícil etiquetar las diferentes etapas por las cuales atravesamos los seres humanos, pues está de por medio, la visión que se tenga de la vida.
Siempre recuerdo que cuando yo era chiquita (obvio que de eso hace muchísimos años, pues según lo citado soy una persona vieja) siempre sentía mucha pena por el duro trabajo que realizaba mi madre, lavando y planchando en diferentes casas de familias adineradas, y en algunas noches en las cuales estábamos abrazadas en nuestra humilde cama, yo le decía que no se apurara, que cuando ella cumpliera 50 años, como estaría una viejecita, yo le iba a comprar unos zapatos con una suela que cubriera toda la parte baja del zapato, para que no se fuera a caer.
Observen ahora: con esa edad un ser humano que se cuide es capaz de realizar cosas que quizás alguien más joven, sea incapaz de hacerla. Pienso que todo depende de cómo haya sido la vida y el cuidado de cada persona en particular, y también de su actitud mental.
Dándome por aludida, próximamente voy a cumplir 71 años, los cuales acepto con toda la dignidad del mundo, pero me siento tan capaz de hacer tantas cosas, que en ocasiones mi cerebro se confunde y creo que el calendario se equivocó. ¡Realmente no me pesan!
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica