La campaña electoral en Brasil devino en una pelea callejera incitada por el presidente Jair Bolsonaro quien no encontró otro camino que no fuera el de la injuria y amenaza para intentar contener el avance de Inacio Lula Da Silva, perfilado para ganar las elecciones de hoy, pese a los abusos del Poder.
En República Dominicana, gobierno y clase política deberían evitar una réplica del escenario comicial brasileño, exacerbado por el discurso de odio y empleo de la violencia, en vez de un debate fructífero sobre las propuestas electorales de partidos y candidatos.
Las redes sociales fungieron en Brasil como cloacas de aguas negras que convirtieron la jornada electoral en depósito de todo tipo de detritos ideológicos y personales, por lo que literalmente, candidatos y electores concluyeron ese proceso con las narices cubiertas.
Bolsonaro y sus tejidos de Poder encarcelaron a Lula, más no pudieron desdibujar su conducta política ni su honor personal, como lo demuestra que este domingo emerge como el candidato favorito, aunque tanto lodo alienta al fraude o al desconocimiento de los resultados electorales.
Luis Abinader encabezará la boleta del Partido Revolucionario Moderno (PRM) para enfrentar a Leonel Fernández de la Fuerza del Pueblo (FP) y al debutante Abel Martínez, del Partido de la Liberación (PLD), en lo que se perfila como “un todo contra todos”, que seguramente obligará a una segunda vuelta electoral.
No es posible comparar el proceso electoral de Brasil con el dominicano, porque el carioca convoca a más de 70 millones de votantes y aquí el padrón de electores no supera los siete millones, pero la toxicidad expresada en discurso de odio o guerra sucia es igual de dañina aquí y allá.
Los electores dominicanos anhelan el desarrollo de una campana comicial en igualdad de condiciones, porque si bien es cierto que el candidato oficial cuenta con ventaja comparativa, también carga con el lastre de muchos años que acompaña al Estado en términos de insatisfacciones sociales.
El liderazgo que compite en las elecciones del 2024 ha estado al frente del gobierno en la persona de dos candidatos y un tercero en la figura jurídica de la organización que representa, por lo que se presume que sobran condiciones para un debate de altura que cumpla con la expectativa de la población y de la democracia.
Lo mejor sería que desde ahora la sociedad emplace a los candidatos a debatir sobre temas esenciales de la agenda de urgencias nacionales, como propias crisis eléctrica, corrupción, sistema de seguridad social, inflación, Código Penal, seguridad ciudadana, educación, migración, empleo, sin espacio para injuria ni afrenta.
Por Orión Mejía