Las autoridades municipales de Barahona de pronto se dieron cuenta que la ciudad capital de la región era la única a la que no se le había hermoseado su entrada. Que las demás comunidades, incluso, desde mucho atrás, habían cambiado casi en 360 grados las visuales de sus entradas.
Se dieron cuenta que Vicente Noble, Las Salinas, Cabral, Galván, Neyba, Jimaní, lucían pueblos modernos y que a comunidades que no contaban con una entrada per sé, como El Salado de Neiba, Batey 6, El Estero de Neyba, entre otras, se les construyó al lado de la carretera, o de su calle principal, una zona de esparcimiento sumamente iluminada, cambiando drásticamente la percepción que se tenía de esas comunidades.
Mientras eso ocurría, Barahona aletargada seguía con una entrada desentonante, con una apariencia anquilosada y con una arquitectura rural desenfocada.
Como si fuera una reacción a ese movimiento de hermoseamiento urbano, y bajo el slogan “Barahona se levanta” la alcaldía construye el proyecto al que ha llamado “Plaza Histórica de Barahona” en la parte frontal del Liceo Dr. Federico Henríquez y Carvajal, Av. Casandra Damirón a la entrada oeste de la ciudad.
Algunos barahoneros han visto la iniciativa con escepticismo, otros opinan que ese esfuerzo debió dirigirse a rescatar el boulevard o Parque Litoral de la avenida Luperón, o a hacer “algo significativo” en el Cayo, como no es de extrañar que hayan politizado la iniciativa municipal.
Se critica la vulnerabilidad que tendrá la plaza por la vocación delincuencial del entorno y la lejanía con la población llamada a disfrutarla, así como la “inutilidad” que se le ve frente a otras demandas de la población, objeciones legítimas de un pueblo que por décadas ha estado a la espera de que le satisfagan sus carencias más elementales.
Quizás lo que debiera criticarse es el concepto con el que se ha querido vender el proyecto cuando lo que en realidad es un corredor de escasos metros perimetrales semejante al de otras comunidades, con la diferencia de que aquellas no tienen esas pretensiones pomposas de ser plaza, y mucho menos, histórica.
El término “Plaza” excede en mucho a lo que en ese sitio se puede levantar y a lo que se pretende abarcar con el concepto de “histórica”, pues en la maqueta no se observa el componente histórico que tendría la plaza, por lo que debió dársele un nombre más modesto y transparente acorde con las posibilidades y condiciones del lugar y con lo que ahí realmente se instalará.
Tres o cuatro murales alusivos a personalidades barahoneras o a episodios históricos no harán de ese sitio una plaza histórica. Será, a lo sumo, un sitio de esparcimiento al estilo de las demás comunidades con el agravante de que, quizás, no sea aprovechado debidamente por la ciudadanía debido a su aislamiento y su proclividad delincuencial.
Si se les dice al barahonero lo que ahí realmente se está construyendo, sin pretensiones de ser más de lo que será, la iniciativa sería válida, aunque no suficiente. Debió ser un proyecto digno de la Perla del Sur, la ciudad del Larimar.
Siempre he opinado que la ciudad de Barahona tiene una topografía única, diría que envidiable, con una suave pendiente hacia el mar, y que su entrada se puede embellecer desde el Cruce de Cabral con un criterio macro que pudiera realizarse por etapa, pero, sin detenerse.
La entrada de Barahona luce arrabalizada y el contraste con entradas de otras ciudades del país es abismal por lo que esa iniciativa debiera ser el inicio de un ambicioso proyecto que responda a la demanda propia del pueblo barahonero y a las de un destino turístico.
Por Ramón López Ynoa
*El autor es catedrático y reside en Barahona