Como soy madrugadora, todas las mañanas, antes de realizar mi nutritiva caminata, veo en el canal Caracol, dos programas que me encantan: La finca y Día a Día, este último, con la conducción del ex sacerdote, Alberto Linero.
El primero, trata precisamente de ganadería, pero no sé explicar qué encanto tiene, que logra captar totalmente mi atención. El segundo, con una excelente conducción, siempre positiva, abordando temas variados y educativos cada día, que son de gran ayuda para mí.
En su intervención de hoy, Linero invitó a celebrar la vida, a no quejarse tanto.
Ese tema me encantó, debido a que una persona, por mucho que yo la aprecie, si cada vez que hablamos me satura con sus quejas y actitudes negativas, primero, le hago la advertencia y luego, termino como se dice por los barrios, “sacándole los pies”.
Especialmente las personas como yo, que venimos de una clase social tan pobre, independientemente de que tengamos que vivir rompiendo brazos para subsistir, se nos deben pelar las rodillas, agradeciendo a Dios por mantenernos de pie.
Por nuestra familia, por las personas que han entrado a nuestras vidas, que sin tener nuestra sangre, se atreven a muchas cosas por nosotros. Por poder sentir los primeros rayos del sol, ver la luna, pues eso significa que nuestros ojos, aún con alguna precariedad, funcionan.
Su intervención de hoy me fascinó, me identifico plenamente con lo expresado por él.
Finalmente, me llenó de emoción su invitación a evocar siempre lo positivo que nos sucede en nuestro diario vivir con alegría, a agradecer, a celebrar lo que somos, a cantar y bailar.
La última invitación, realmente me alegró el día, pues, como siempre afirmo tener algo de loca, me recordó que un día estaba en una tienda con dos amigas, y de repente, sonó una canción que me fascina, acto seguido, me olvidé del lugar donde estaba, me puse a cantar como si estuviera sola, y reaccioné cuando uno de los dependientes se acercó con una fruta en la mano y me dijo: ¡Y la ganadora es…Usted!
Muchas personas me estaban mirando y riéndose, pero realmente no me importó, me sentía feliz.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica