Estamos contestes de que una vida sin educación es como un río sin agua y cuando el pueblo carece de ella, es fácil engañarlo, máxime hoy, que los excesos en el lenguaje ultrajante están de moda, y quienes cometen este delito parece no importarle cómo ni a quién lastima o violentan derechos humanos. Sin duda alguna, la ira, gula, soberbia, lujuria, pereza, avaricia y la envidia, disfrutan su mejor momento, mientras obstruye la sensatez, justicia, templanza y la compasión. Estamos ante la Era del rumor!.
Con este robustecimiento de los pecados capitales en el presente siglo, también se ha fortificado el rumor fruto quizás de la involución que vive la humanidad en cuanto a valores universales, cimentados en la falta de compromiso y pérdida de autoridad de la familia y la escuela. Esto como sabemos, solo ha incrementado violación a derechos fundamentales, visibiliza su desprotección y facilita que la población en general, debido a las carencias educativas, vea como buena y válida esta práctica vejatoria.
Sin duda alguna, tenemos retroceso en la protección a derechos humanos y esto a su vez detiene el progreso o desarrollo social que se cimenta en la educación; el arma más poderosa que podemos utilizar para cambiar el mundo, como nos refería el perceptible político y filántropo, expresidente de Sudáfrica, Nelson Mandela; insigne abogado y activista social que luchó para eliminar el sistema de segregación racial o apartheid.
“La educación es nuestro pasaporte para el futuro, porque el mañana pertenece a la gente que se prepara para el hoy”, solía afirmar el también defensor de los derechos humanos, Malcolm X. Lástima que en el siglo de la información, la humanidad parece apreciar más la malquerencia, la maledicencia que la formación, pese a saber que el rumor nunca debe ser cualificado como una categoría natural de la información, en cambio, es solo una noticia no verificada, nada más, amén de lo que pueda parecer que es, gracias a la avalancha producida por los medios de comunicación modernos, el Internet y las redes sociales, el uso que hacen las personas, sus faltas a las buenas costumbres, ética profesional e irrespetos.
Aunque la información es vital para todo ser humano, desde el ejercicio periodístico, en este mundo moderno, el rumor jamás debe tener cabida promocional, sino que, debe ser visto como un impulso que obliga investigar. Quienes ejercen Periodismo verdaderamente, con apego a la buena norma, siempre procurarán el disfrute de los derechos fundamentales, individuales y colectivos de sus semejantes.
Las personas creadoras de rumores, más que llevar contenido a sus audiencias, buscan desinformarla y posicionarse siendo parte del desconcierto, porque estamos de rodillas ante la era del caos informativo.
Generalmente estos seres humanos carecen de inteligencia emocional, pero según estudiosos del tema, son bastante ágiles para de forma malintencionada tocar las emociones humanas. Al permitirle hacerlo, vejan, generan morbo, acosan, discriminan, prejuician, dañan reputación y así vulneran múltiples derechos constitucionales, al hacerse viral las falsas informaciones que no distraen, pues no constituyen derecho a la recreación, más bien confunden y menoscaban. El rumor castiga a inocentes mientras convierte en ídolos a farsantes; iconos de barro!
Pero, gracias a las ciencias, estamos a tiempo para frenar el rumor y propiciar que las personas lo diferencien de la verdad objetiva; que puedan comprobar la veracidad y así impedir convertirse en difusores de informaciones falsas y de noticias sin fundamentos, que mientras más trasciende más daño causa por el agregado que cada quien coloca a ella.
Está en nosotros retomar el compromiso de ser garantes de los derechos del prójimo, porque donde terminan los suyos inician los nuestros. Es tiempo, no permitamos que nuestra psiquis sea invadida por seres insanos que solo buscan perturbar a la sociedad.
Hasta pronto
Por Emilia Santos Frias (santosemili@gmail.com)
*La autora reside en Santo Domingo, República Dominicana