En el mundo donde vivimos, el cual a nuestro juicio está pata para arriba, la descomposición social que arropa a los pueblos es escalofriante, repulsiva y hasta tenebrosa.
Dicho esto y observado el caso, nos permitimos expresar nuestro descontento por el comportamiento de una parte de los seres humanos que, lamentablemente decirlo, se hacen más visibles que lo que se portan bien.
Quisiéramos asimilar la música, los gustos y las preferencias contrarias a la regla implícita de la buena costumbre y decencia que nos inculcaron nuestros padres y de forma lateral los vecinos, así como también los buenos ejemplos en todas partes que aunque no pertenecieran a nuestro entorno, nos colocaban en la vía correcta.
Hoy por hoy, la música que más se escucha, la que más se vende, la que más dinero deja a sus creadores (lícito o no), es la música cargada de vagabundería oral, de malas palabrotas sin adorno, de promoción de la promiscuidad, de irrespeto hasta la misma existencia.
En la época actual, los gustos son estrambóticos, la niñez, los adolescentes, jóvenes y los llamados jóvenes maduros que no son más que viejos disfrazados intentando actuar como jóvenes, poseen unos gustos por las cosas incorrectas que como decimos los dominicanos, “que manda madre”.
Es como si lo incorrecto de antes fuera lo correcto de ahora. Que vagabundería más grande. Por igual, las preferencias, si, las preferencias sexuales. Oh Dios!, qué fue lo que pasó que de repente ser físicamente de un género y transferirse emocionalmente a otro es tan natural como cambiarse de camisa o blusa.
Que los padres dejan a la voluntad profesional de un psicólogo el destino de sus hijos afectados por el bombardeo sistemático de las redes sociales, el impulso de una moda que no es más que la expresión genuina de una charlatanería consentida. Es que la ausencia afectiva de los padres y la no dedicación de tiempo a sus productos, generan inconductas que llevan a la lamentación o la aceptación.
En sentido general, se puede concluir que el valor actual de la pleberia es elevado de forma exponencial, que aunque no quisiéramos, la irresponsabilidad campea por su fuero, que las cosas malas para muchos son buenas, que se hace necesaria una transformación social urgente para detener el avance acelerado de una parte significativa de las generación actual y por llegar, cada día más descerebrada.
En lo que se produce esa transformación, procuremos darle seguimiento a nuestros hijos, y de paso ayudar con los sobrinos, vecinos y tanto más se pueda, para que no continúe este derrotero fatal que sin duda alguna tiene un ribete de epidemia de la cual se puede aplicar la vacuna de la moralidad.
Todo no está perdido, salvemos las partes buenas que quedan para que la pleberia no gane la batalla.
Aprobado…
Por Luis Aníbal Medrano S. (luisanibal.medrano@gmail.com)
El autor es periodista, municipalista y político.