En estos tiempos es algo normal que una adolescente, a quien apenas empiezan a crecerle los pechitos, aun yendo con su uniforme y mochila a diario a la escuela, a veces, la madre piensa que ha engordado algo, pero resulta que ya en su vientre tiene un bebé.
Se lo achacamos al descuido, a la falta de formación, pero yo, teorizando como siempre, con pensamientos medios locos, en ocasiones culpo de eso a la madre naturaleza.
Me imagino que preguntarán por qué hago semejante acusación. Mi respuesta es producto del siguiente análisis: para que haya embarazo en esa etapa, es necesario que ovulen y menstrúen, eventos que suceden en algunas apenas cumplidos once años.
Las adolescentes no están preparadas como personas para ser madres, aunque la parte biológica diga lo contrario, entonces, lo ideal sería que se embaracen justo cuando alcanzaran la mayoría de edad, es decir a los dieciocho años.
Preocupada por una situación que he vivido muy de cerca, aprovechando que mi ginecólogo es muy receptivo, le consulté, qué hacer luego de que una niña de apenas catorce años da a luz, cuál es el plan a seguir, para que, ya que sus hormonas están excitadas, no se repita lo sucedido.
Me explicó que “en estos casos, la recién parida no sale del hospital sin planificación, siguiendo instrucciones del Ministerio de Salud Pública, debido a que las estadísticas arrojan que el 90% de las adolescentes, ya paridas, se embarazan otra vez antes del año y medio, y además que el 85% se dejan de la pareja, luego de haber transcurrido poco tiempo del evento”.
La situación es muy difícil, debido a que, por la falta de madurez, no es posible mantener la disciplina necesaria para llevar con rigurosidad un método de planificación. Me sigo preguntando si sus órganos, a esa edad están preparados para ese proceso. Muy triste es una niña trayendo a otro niño al mundo.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica