Todos los que me conocen, saben lo dramática que puedo ser en algunos momentos, y la forma tan intensa como reacciono frente a algunas circunstancias.
Esto también tiene sus ventajas, por ejemplo, mi marido, luego de leer dos artículos que recién escribí, me dijo que estaban excelentes, y agregó, que cuando mejor escribo, es cuando estoy involucrada emocionalmente con lo narrado.
El tema viene a colación, debido a que a mi lado hay una casa que tiene cuatro viviendas, me llevo muy bien con todos, pero en especial está María, quien tiene dos niñas. Las tres ocupan un lugar muy especial en mi corazón.
Hace varios años que viven ahí, pero yo no paraba en la casa; ahora como estoy en trámite de pensión, las veo a diario, y como es mi costumbre, en ocasiones, especialmente a la más chiquita, le digo mona, y ella también a mí, inclusive, a veces, esta enanita, me llama, de una forma muy burlona, para decirme que José, mi marido, es un mono.
Yo tengo una ventana en el pasillo, por la cual llamo a María, tan pronto cuelo café en las mañanas, y le paso una tacita. Ella por igual cualquier invento que haga, me vocea para compartir conmigo.
Emocionalmente estaba muy estable, hasta que hace unos días, ella me pidió que le leyera una comunicación que le dejó el abogado que administra la pieza donde vive, debido a que ella no entendía lo que decía.
Contuve las ganas de llorar, cuando me vi precisada a leer la carta, se le emplazaba a mudarse en treinta días. Realmente me afectó sobremanera.
Disimulé, la animé, pero mi corazón se llenó de tristeza, sé que todo en la vida tiene un final, pero cuánto me ha costado prepararme mentalmente, para asimilar que ya no oiré a Yafreisi, la más grande, llamándome por la ventana para que le caliente su comidita en el microondas, ni a María cuando se le atasque el candado del portón, y yo tenga que salir corriendo a donde otro vecino a buscar un martillo.
Ni cuando la mona Yansel, me llame haciendo “bembitas” cuando está peleando con la hermana, y yo, privando en jefa, la amenazo diciéndole que si sigue de necia, voy a brincar por la ventana y le voy a caer a trompadas, procediendo ella, de inmediato a secarse las lágrimas. Dondequiera que se muden, tiene un lugar especial en mi corazón.
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)
*La autora es psicóloga clínica