Los grandes favoritos del Clásico Mundial de Béisbol 2023 fueron eliminados en la fase de grupos por el pobre rendimiento de sus jugadores, pero las controversias, decisiones y selecciones cuestionables realizadas durante la conformación del conjunto cavaron una tumba desde antes de que se lanzara la primera pelota.
En cualquier proporción o medida que se mire, la eliminación de República Dominicana en el Clásico Mundial de Béisbol 2023 en la etapa de grupos es uno de los mayores fracasos en la historia deportiva del país.
No hay forma, excusa ni justificación que pueda quitar el mal sabor de la salida del conjunto caribeño en la forma en que ocurrió, independientemente del crédito que hay que dar a las selecciones de Venezuela y Puerto Rico, las cuales sí fueron preparadas de manera correcta para el evento.
Es cierto que al final del día, los partidos los ganan y los pierden los jugadores en el terreno de juego. Su desempeño es el que al final determina el destino del equipo y es imposible quitar la cuota de responsabilidad que cada uno de ellos tiene.
El peso de las expectativas colocadas sobre los hombros de un equipo en donde muchos representaron a su país por primera vez, más el mote de «favoritos», sin duda alguna tuvo un peso importante en el desempeño. Sin embargo, no es menos cierto que las cosas se complican mucho más cuando desde el inicio de la conformación del equipo existen problemas.
El primer gran error fue elegir a un jugador activo como gerente. Independientemente de si Nelson Cruz tiene o no las credenciales para ocupar el puesto, su interés estuvo dividido todo el tiempo entre conformar un equipo y conseguir un contrato de Grandes Ligas.
El segundo de la Federación Dominicana de Béisbol (FEDOM) fue seleccionar a un dirigente sin la experiencia ni el récord necesarios para manejar a un conjunto de estelares. Rodney Linares ha sido un mánager perdedor en todos los escenarios de su carrera, incluyendo la Liga de Béisbol Profesional de la República Dominicana (LIDOM).
El trabajo de un coach de banca no es ni será nunca el de un dirigente y aunque el primero es la mano derecha del segundo, esto no implica que sus métodos o “genialidad” se transmitan. En palabras llanas, el hecho de que Rodney Linares esté al lado de un dos veces ganador del premio Dirigente del Año en las Grandes Ligas como es Kevin Cash, no quiere decir que sea tan bueno como este ocupando el puesto de mánager de un equipo.
La decisión de tomar a Linares para el puesto fue una de las más controversiales de todo el proceso de conformación del equipo, recibiendo críticas con cada rueda de prensa, cada decisión y cada palabra que salía de la boca del dirigente. Muchas de las críticas, quizás inmerecidas, pero el récord histórico de su labor fue fundamental para que las recibiera.
Habiendo otras opciones disponibles, como el dirigente campeón de la edición 2013 del evento, Tony Peña, quien en reiteradas ocasiones señaló que este equipo de trabajo nunca le consultó nada, o el dirigente del equipo que ganó medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, Héctor Borg, exhiben un currículum de más peso que el que tuvo Linares para ganarse el puesto.
La pasividad demostrada por Linares durante su ruta dirigencial en todo el torneo es prueba de que las exigencias del puesto eran sumamente elevadas y no pudo cumplir con ellas. No toca entrar en discusiones sobre lo que hizo o dejó de hacer en los partidos, solamente hay que ver la repetición de los cuatro juegos del Grupo D para entender que se eligió a una persona no apta para el cargo.
Otro error importante fue romper relaciones con prácticamente todo el involucrado con las ediciones de torneo. No consultar a personas como Moisés Alou o Tony Peña, así como tampoco tocar la puerta de jugadores del Salón de la Fama de la talla de Pedro Martínez, sobre sus experiencias en la conformación del equipo, hablan de que el grupo que hoy es el principal responsable de la eliminación, quiso hacerlo todo por sí solo.
Viendo todo esto en retrospectiva, no debe ser sorpresa la eliminación de República Dominicana del torneo. Esta fue una selección creada para el fracaso antes de cantar “Play Ball”. Una escuadra que esperó que sus superestrellas de Grandes Ligas taparan el caos de lo que fue un proceso de conformación traumático, criticado y, sobre todo, pobre, cuyo único logro fue reunir a varias estrellas, pero no pudo conformar un verdadero equipo en todo el sentido de la palabra.
Primaron las relaciones por encima de la meritocracia y del trabajo, hoy se viven las consecuencias.
Contrario a lo que diga o pueda pensar el presidente de FEDOM, Juan Núñez, no hay ninguna forma de medir este torneo como un éxito, “esa mentira no es verdad”, como se dice popularmente en el país.
Por Juan Arturo Recio