Cuando aparece una crisis como la provocada por el nuevo coronavirus, no hay tiempo para desarrollar armas específicas para afrontarla. Los nuevos fármacos requieren mucho tiempo para probar su seguridad, pero hay una manera de saltarse algunos pasos.
Es conocida la historia de la Viagra, que fue creada para tratar la angina de pecho y se convirtió en un éxito de ventas cuando se vio que favorecía las erecciones.
Algo parecido se está haciendo con los medicamentos para la Covid-19: se están reciclando fármacos con otros usos para ver si tienen capacidad contra este virus o sus efectos.
Hay varios productos que se están probando en enfermos, algunos en ensayos más avanzados que otros. Además, ya se estudia el uso de plasma sanguíneo de personas que ya han superado la enfermedad y han generado anticuerpos como tratamiento para la Covid-19.
Por último, en una búsqueda a más largo plazo, pero que también puede evitar del todo la enfermedad en lugar de solo paliarla, como hacen los antivirales, se están probando ya varias vacunas potenciales.
Como recuerda la Agencia Española del Medicamento, “aunque existen numerosos ensayos clínicos en marcha, no existe por el momento evidencia procedente de ensayos clínicos controlados que permitan recomendar un tratamiento específico para SARS-CoV-2”. Sin embargo, la necesidad y la falta de alternativas hace que ya se estén proporcionando varios productos prometedores.
Remdesivir
Este fármaco fue desarrollado por la farmacéutica estadounidense Gilead para tratar el ébola. Aunque en un análisis comparativo resultó menos eficaz que al menos otros dos fármacos para el ébola, su actividad antiviral en experimentos con el nuevo coronavirus le dio una segunda vida. Se ha utilizado con buenos resultados en pacientes infectados por el SARS-CoV-2 y ya hay dos ensayos clínicos en China, dos más en España y otros coordinados a nivel internacional para probar su efectividad. Se esperan los primeros resultados en abril.
Lopinavir/Ritonavir
Es parte del cóctel de antirretrovirales que se emplea para contener el VIH. Este tratamiento se hizo conocido porque fue empleado por médicos del hospital Virgen del Rocío de Sevilla para tratar con éxito al primer caso de contagio registrado en España del SARS-CoV-2. Pero un caso individual de éxito no se convierte automáticamente en un tratamiento probado que se puede ofrecer con confianza a los pacientes de forma general.
En un ensayo clínico en China con 200 pacientes, este tratamiento antiviral no mostró un efecto beneficioso significativo respecto a un grupo de control que recibió el tratamiento habitual. No obstante, los autores no descartan que otros estudios puedan demostrar un beneficio. Entre otras cosas, se plantea que la dosis empleada para tratar el VIH no sea suficiente para el coronavirus y que un incremento pueda mejorar los resultados.
Cloroquina e hidroxicloroquina
Ambos medicamentos se empezaron a utilizar contra la malaria, pero su uso más frecuente ahora es el tratamiento de enfermedades autoinmunes como el lupus o la artritis. Su potencial frente al SARS-COV-2 es, por un lado, que se ha observado su capacidad para aniquilar los virus, pero además tiene efectos antiinflamatorios, algo que ayudaría a los pacientes con peor pronóstico.
Por el momento no hay ensayos clínicos publicados que prueben la eficacia de ninguno de estos fármacos, pero hay más de 20 en marcha, principalmente en China, según la Agencia Española del Medicamento. “Se considera que el nivel de evidencia todavía es bajo y se basa en los datos preclínicos y de seguridad en otras indicaciones”, apuntan. En experimentos de laboratorio, se ha visto que la cloroquina tiene efectos contra el SARS-COV-2, pero no ha demostrado actividad en modelos animales o en humanos frente al virus de la gripe, el dengue o el Chikungunya.
Plasma sanguíneo
Otro de los tratamientos experimentales para hacer frente a la avalancha de enfermos es la transfusión directa de plasma sanguíneo de personas que se han recuperado de la infección. En España, se está preparando un ensayo clínico en el que se probaría la efectividad del plasma hiperinmune. Esta estrategia ya se utilizó en la gripe de 1918. En aquella pandemia, que mató a 50 millones de personas, los ensayos clínicos de la época mostraron que el plasma de los supervivientes reducía la letalidad del virus a la mitad.
Otros tratamientos
Además de los mencionados anteriormente, hay una decena más de compuestos que se emplean experimentalmente para frenar el avance de la enfermedad en casos sin alternativas. El tocilizumab o el sarilumab, por ejemplo, son inmunosupresores empleados para enfermedades como la artritis reumatoide que se utilizan para controlar procesos inflamatorios provocados por el virus.
Las vacunas
La OMS ha publicado una lista de más de 40 candidatos a vacunas en los que están trabajando equipos de todo el mundo. Por el momento, solo dos grupos han comenzado con la primera fase de ensayos clínicos en humanos con el fin de probar la seguridad y la capacidad para provocar una respuesta inmune. En primer lugar, la vacuna mRNA-1273, desarrollada por científicos del NIAD (Instituto Nacional para las Alergias y las Enfermedades Infecciosas) en colaboración con la compañía estadounidense Moderna.
Este equipo, dadas las circunstancias y de una forma poco habitual, ha comenzado a probar su vacuna directamente en humanos, aunque a la vez se están realizando los habituales ensayos con animales. El segundo proyecto es el desarrollado por la empresa china CanSino Biologics en colaboración con la Academia Militar de Ciencias Médicas de China. Aunque existen posibilidades de que a finales de este año haya alguna vacuna que demuestre su utilidad, aún serán necesarios meses para producirlas en masa y que lleguen a quienes las necesiten.
Fuente: elpais.com