BOUCAN FERDINAND, Haití (Reuters) – Cerca de la parte inferior de la isla de La Española, en el sureste de Haití, se encuentra un pueblo olvidado, aislado de su propio país, que se va vaciando lentamente mientras sus residentes se van a la vecina República Dominicana.
Desprovista de servicios de salud, electricidad o caminos pavimentados, Boucan Ferdinand perdió su única conexión por carretera con la ciudad haitiana más cercana, Bois Negresse, en las devastadoras inundaciones en 2004.
Algunos de sus residentes se han ido a la capital haitiana, Puerto Príncipe, y otros se aferran a una vida precaria. Muchos han cruzado ilegalmente a la República Dominicana, más próspera.
«No tienen acceso a servicios sociales básicos, la situación es la raíz de la migración masiva a República Dominicana», dijo Jean Gilles Viola, alcalde de la municipalidad que gobierna Boucan Ferdinand y otras 20 localidades.
Los que optan por quedarse viven bajo techos de paja y palos, recogen agua de lluvia para beber y corren un riesgo constante de contraer enfermedades infecciosas.
Algunos niños, vestidos con impecables uniformes azules, caminan hacia una escuela en la ciudad de Chapotin, un viaje de hora y media por un camino estrecho que es intransitable en la temporada de lluvias. En el pueblo hay dos aulas improvisadas, dirigidas por las capillas bautista y católica.
«Este año mis hijos no irán a la escuela», dijo el agricultor Wilber Jean en octubre, mientras sus hijos jugaban en las cercanías. «Aquí se paga una tonelada. Allí -dijo señalando al otro lado de la frontera- el presidente paga».
Los niños recogen leña o hacen de pastores de pequeños rebaños de cabras y ovejas para ayudar a sus padres. Durante el tiempo de siembra, muchos se ausentan del colegio para ayudar en las granjas, ganando menos de 2 dólares al día.
En las mañanas, el pueblo huele a la leña quemada que traen los niños mientras las mujeres preparan el desayuno: a veces hay fideos, pero lo más probable es que sea un café y un pedazo de pan. A menudo hay arroz y frijoles. La carne es un lujo.
Haití, que según el Banco Mundial (BM) es el país más pobre de América, no se ha repuesto aún del terremoto del 12 de enero de 2010, que dejó más de 200.000 muertos. El campo se ha ido vaciando y menos de la mitad de los haitianos vive en comunidades rurales, comparado con el 84 por ciento en 1960, según datos del BM.
Boucan Ferdinand parece haberse caído del mapa. Las radios capturan sobre todo señales procedentes de República Dominicana.
«Estoy cansado de buscar estaciones en Haití», se quejó Polo, un hombre de 64 años que regresó aquí con su esposa y uno de sus nietos tras pasar más de 40 años en el país vecino.
Aurana Augustin «Timatant» vendió pan y dulces hasta hace unos meses, cuando la mitad izquierda de su cuerpo se paralizó. Hoy, esta anciana se pasa los días en la cama.
El centro de salud haitiano más cercano está al otro lado de una montaña, así que ha estado cruzando la frontera en mula para buscar atención en la ciudad dominicana de Duvergé.
El gobierno local quiere reconstruir el camino devastado por las inundaciones, pero carece de medios financieros, dijo el alcalde.
Por Andres Martinez Casares