DUBÁI, Emiratos Árabes Unidos (AP) — El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, un político de línea dura protegido por el líder supremo del país y que ayudó a supervisar las ejecuciones masivas de miles de personas en 1988 antes de liderar el país en una época en la que enriqueció uranio cerca de niveles armamentísticos y emprendió un gran ataque con drones y misiles contra Israel, ha muerto. Tenía 63 años.
La repentina muerte de Raisi el domingo junto con el ministro de Exteriores del país y otros funcionarios en un choque de helicóptero en el noroeste de Irán se produjo mientras Irán lidiaba con la disidencia interna y con tensiones internacionales.
En una ocasión Raisi, que en primer lugar era clérigo, besó un Corán, el libro sagrado islámico, en la sede de Naciones Unidas y habló más como un predicador que como un estatista al dirigirse al mundo.
Raisi, que había perdido unas elecciones presidenciales ante el relativamente moderado Hassan Rouhani en 2017, llegó finalmente al poder cuatro años más tarde en una votación cuidadosamente organizada por el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, para eliminar a cualquier candidato opositor relevante.
Asumió el cargo después de que el emblemático acuerdo nuclear de Rouhani con potencias internacionales se desmoronara cuando el entonces presidente Donald Trump retiró de forma unilateral a Estados Unidos del pacto, lo que preparó el terreno para años de tensiones renovadas entre Teherán y Washington.
Pero si bien dijo que quería restaurar el acuerdo, en lugar de eso el nuevo gobierno de Raisi se resistió a las inspecciones internacionales, debido en parte a las sospechas de una campaña de sabotaje iniciada por Israel contra su programa nuclear. Las conversaciones en Viena sobre restablecer el acuerdo se quedaron estancadas en los primeros meses de su gobierno.
“Las sanciones son la nueva forma de guerra de Estados Unidos con las naciones del mundo”, dijo Raisi ante Naciones Unidas en septiembre de 2021.
“La política de ‘máxima opresión’ sigue en marcha. No queremos más que lo que es nuestro por derecho”, añadió.
Las protestas masivas se extendieron por el país en 2022 tras la muerte de Mahsa Amini, una mujer que había sido detenida supuestamente por no llevar el hiyab, un pañuelo que cubre la cabeza, a gusto de las autoridades. La campaña de represión que siguió durante meses mató a más de 500 personas y más de 22.000 más fueron detenidas.
En marzo, un comité de investigación de la ONU concluyó que Irán era responsable por la “violencia física” que llevó a la muerte de Amini.
Después llegó la guerra entre Israel y Hamás iniciada en 2023, en la que milicias respaldadas por Irán atacan a Israel. La propia Teherán lanzó un extraordinario ataque contra Israel en abril con cientos de drones y misiles balísticos y de crucero. Israel, Estados Unidos y sus aliados derribaron los proyectiles, pero el episodio dejó a la vista la escala de la guerra encubierta que libraban Irán y Israel desde hacía años.
Jamenei nombró a Raisi, exfiscal general del país, en 2016 para que dirigiera la fundación benéfica Imán Reza, que gestiona un conglomerado de negocios y subvenciones en Irán. Es una de las muchas fundaciones benéficas financiadas con donaciones o activos confiscados tras la Revolución Islámica iraní de 1979.
Estas fundaciones no presentan cuentas públicas de sus gastos y responden sólo al líder supremo de Irán. Se cree que la organización Imán Reza, conocida como “Astan-e Quds-e Razavi” en farsi, es una de las más grandes. Los analistas estiman que maneja decenas de miles de millones de dólares ya que posee la mitad de los terrenos en Mashaad, la segunda ciudad más grande de Irán.
Al designar a Raisi para dirigirla, Jamenei le describió como una “persona fiable con una destacada experiencia”. Eso llevó a los analistas a especular con que Jamenei podría estar preparando a Raisi como posible candidato a ser el tercer líder supremo de irán, un clérigo chií que tiene la última palabra en asuntos de estado y sirve como el comandante en jefe del país.
Aunque Raisi perdió la campaña de 2017, reunió casi 16 millones de votos. Jamenei le colocó al mando de la justicia iraní, criticada internacionalmente y conocida desde hace mucho por sus juicios a puerta cerrada a activistas de derechos humanos y personas vinculadas con Occidente.
El Tesoro de Estados Unidos sancionó a Raisi en 2019 por su “supervisión administrativa sobre las ejecuciones de personas que eran menores en el momento de su crimen y la tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes o castigos a prisioneros en Irán, incluidas amputaciones”.
Para 2021, Raisi era el candidato dominante en las elecciones después de que un comité supervisado por Jamenei descalificara a los candidatos que suponían un mayor desafío para su protegido. En esas elecciones obtuvo casi el 62% de los 28,9 millones de votos, la participación más baja en la historia de la república islámica. Muchos se quedaron en casa y otros depositaron votos nulos.
Raisi se mostró desafiante cuando se le preguntó por las ejecuciones de 1988 en una conferencia de prensa tras las elecciones. En esa época se celebraron juicios fraudulentos a prisioneros políticos, milicianos y otras personas, que pasaron a conocerse como “comisiones de la muerte”.
Después de que el ayatolá Ruholá Jomeini, entonces líder supremo de Irán, aceptara un cese el fuego mediado por la ONU, miembros del grupo opositor iraní Mujahedeen-e-Khalq, fuertemente armados por Saddam Hussein, asaltaron la frontera iraní desde Irak en un ataque sorpresa. Irán frustró su ataque con contundencia.
Los juicios comenzaron en esa época. Se pedía a los acusados que se identificaran, y los que respondían “muyaidín” eran condenados a muerte, mientras que a otros se les preguntaba si estaban dispuestos a “despejar campos de minas para el ejército de la República Islámica”, según un reporte de Amnistía Internacional de 1990. Grupos internacionales de derechos estiman que hasta 5.000 personas fueron ejecutadas. Raisi formó parte de las comisiones.
“Estoy orgulloso de haber sido un defensor de derechos humanos y de la seguridad y la comodidad de la gente como fiscal”, dijo Raisi.
Raisi nació en Mashhad el 14 de diciembre de 1960, en una familia que traza su linaje hasta el profeta Mahoma, identificado por el turbante negro que llevó más tarde. Su padre murió cuando él tenía cinco años. Asistió al seminario en la ciudad sagrada chií de Qom y más tarde se describiría como un ayatolá, un clérigo chií de alto rango.
Le sobreviven su esposa y dos hijas.