Una de esas tantas horas, en las cuales la soledad me acompaña, luego de haber tomado la decisión de volver a ver todas aquellas películas excelentes, que como amante del buen cine he disfrutado, encontré una uruguaya, que nunca la había oído mencionar, pero que llamó mi atención.
Se trata de 23 segundos. Inmediatamente me puse a verla, pero parece que ese día, yo estaba bajo el efecto de algún medicamento raro, porque sé que me gustó, inclusive la recomendé, pero pasados unos días, había olvidado la trama.
Herida en mi orgullo de cinéfila y persona a quien le gusta escribir, decidí volver a verla, pero previamente busqué el argumento de la misma.
«Emiliano (Hugo Piccinini) es un limpiavidrios que trabaja en las calles de Montevideo. Un día, estando en su cruce habitual, un incidente trágico sucede y conoce a Carina (Stefanie Neukirch), una chica de clase alta y completamente diferente a él. Sus vidas se cruzan en el lugar y momento equivocado. Las circunstancias lo llevarán a decidir qué hacer en una situación tan complicada.» (Fuente: Cartelera.com.uy)
El desarrollo de trama es sumamente interesante y hasta cierto punto triste, pues Emiliano tiene un retardo mental, y esto lo lleva a creer que Carina es de su propiedad, por el hecho de haber sido él, quien la rescatara, luego de haber sido atacada por unos delincuentes, llevándosela a su casa, negándose a que su madre llamara a una ambulancia, y exigiéndole que la atendiera.
La señora la curó, pero, en ausencia de Emiliano, la llevó al hospital, donde con carácter de urgencia, fue ingresada. Carina, en ningún momento estuvo consciente de lo sucedido.
Al enterarse, Emiliano tuvo una crisis de violencia, la cual provocó que lanzara al piso algunas cosas, pues realmente estaba convencido de que la chica era de su propiedad.
Una vez supo dónde estaba ingresada, intentó que la dejaran verla, pero como los asaltantes, le llevaron todo, ni siquiera sabía su nombre. Tras varios intentos frustrados, tuvo que ser sacado del hospital.
Se mantenía acechando, y es muy triste la escena, donde él ve que la joven es dada de alta, y aborda un vehículo, acompañada por un hombre, entonces hace esfuerzos inauditos para que ella lo reconozca, pero es inútil, lo ven como lo que realmente es: un simple retardado que limpia vidrios.
Aparece un momento muy tierno, cuando una jovencita, también con cierto retardo, y vendedora de flores, quien siempre trataba de llamar la atención de Emiliano, consigue que él se fije en ella. Estas bellas y emotivas escenas con las que finaliza la película pueden contribuir a ablandar el corazón de muchas personas, pero, lamentablemente, a otras las lleve a concluir, con una expresión popular que dice: ¡cada oveja tiene su pareja!
Por Epifania de la Cruz (epifaniadelacruz@ gmail.com / www.renacerparatodos.net)