No parece posible que en República Dominicana se reedite la historia del líder imberbe y aséptico que irrumpe en Chile con el encargo de promover una revolución social, porque, contrario a lo ocurrido en la Alameda, aquí no hubo cruzada anti neoliberal, sino alborotos de clase media contra la corrupción.
Guillermo Boric es fruto de cruzadas sociales en reclamo de justicia y equidad en un país mercadeado como mecenas del Nuevo Mundo, con envidiables estándares de crecimiento económico, pero con abyecta miseria y desigualdad oculta debajo de la alfombra social.
La Plaza de la Bandera congregó multitudes de jóvenes de clase media, que reclamaron el fin del peculado y la impunidad, una agenda trascendente pero incompleta que ayudó a cambiar de gobierno pero no de esquema social ni económico.
Al presidente Luis Abinader no se le puede exigir más de lo que se le ha requerido, que ha sido impregnar transparencia en el uso de fondos públicos y promover sanciones penales contra exfuncionarios, suplidores o colaboradores actuales imputados de corrupción.
Caros anhelos sociales no fueron inscritos entre los reclamos de la Plaza de la Bandera, como sí figuraron en los de la Plaza de Chile, razón por la cual Abinader y Boric tienen mandatos diferentes, aunque creo que el presidente dominicano debería asumir parte de la agenda social que le encomendaron a su colega chileno.
Ocultar la iniquidad social bajo alfombras de vetustos programas de subsidios sociales ya no funciona en América Latina, ni tampoco vieja receta chicana de enseñar al burro a no comer, como sería condenar a millones de seres humanos a nacer, crecer y morir en la miseria y marginalidad.
El Presidente tiene la oportunidad de agregar a la agenda de la Plaza de la Bandera, el compromiso de impulsar reformas de fondo al régimen de seguridad social, incluido el sistema pensional, Código Laboral y fiscalidad. Si no marcha en esa dirección se colocaría en el lado equivocado de la historia.
El esquema de alternabilidad en el poder, limitado solo al cambio de mayoral, ya no funciona en el continente, como lo demuestran convulsiones sociales en Brasil, Venezuela, Ecuador, Perú, Chile, Argentina y Centroamérica. Hay que zurcir las venas abiertas de América Latina.
Se aconseja al Presidente, (¡como si yo pudiera!) que promueva el ensanchamiento del horizonte de justicia social para lo cual se requiere reducir preeminencia de programas de alianza publico privada y conceder mayor protagonismo a reformas estructurales que garanticen justicia y equidad.
Por Orión Mejía