Estados Unidos no ha variado su edicto para que en Haití se celebren “elecciones libres este mismo año” para lo cual el secretario de Estado, Antony Blinken, urgió al liderazgo haitiano promover un “diálogo inclusivo y pacífico”, pero al día de hoy ese país carece de la más mínima condición para convocar comicios el 26 de septiembre como está previsto.
Aunque la Casa Blanca había advertido la falta de claridad sobre el futuro político de Haití, tras el asesinato del presidente Jovenel Moïse, urgió al primer ministro, Ariel Henry, al presidente del Senado, Joseph Lamber, y al canciller Claude Joseph a celebrar elecciones dentro de un mes y 18 días.
El sociólogo y economista haitiano Joseph Harold Pierre, sostiene que su país carece de condiciones para realizar sufragios, porque esa nación padece de un vacío político e institucional, pero aun así el designado primer ministro Ariel Henry, cree que puede cumplir con esa orden imperial.
No hay que ser especialista en el tema haitiano para vaticinar que en vez de comicios lo que se convoca es a una guerra civil o a un estado generalizado de violencia y anarquía, ante la infuncionalidad de todas sus instituciones, incluido el legislativo, judicial y electoral.
¿Por qué Washington insiste en lo imposible? ¿Acaso la embajada USA en Puerto Príncipe no reporta a su Cancillería la situación de indefensión institucional, política, económica y social?
La comunidad internacional parece confiar en que puede imponer una mascarada electoral en Haití, para lo cual el secretario Blinken ha exhortado a “un dialogo inclusivo y pacífico”, que se supone sería entre la oligarquía haitiana y los políticos que pugnan por el Poder.
Esos ajedrecistas parecen olvidar que en Haití emerge un nuevo poder sostenido por bandas armadas que controlan gran parte del territorio de Puerto Príncipe y de otros departamentos haitianos, cuyos miembros sirven al narcotráfico y también a intereses oligárquicos, aunque dicen representar a las masas hambrientas.
No se conoce en Haití ni un solo programa de emergencia impulsado por Estados Unidos, Canadá o Francia para afrontar la crisis política, sanitaria y social que abate al pueblo, aunque esas metrópolis están interesadas en que se convoque a elecciones antes de que pestañe un pollo.
Haití es hoy un barril de pólvora, cuya mecha pretende encender Washington con su propuesta de convocar comicios apresurados en medio de la violencia y el caos, por lo que no se exagera si se advierte que la guerra civil se avizora en el horizonte.
En ese escenario no deseado, República Dominicana sería el recipiente de decenas de miles de refugiados, por lo que el peigro descrito debería interesar al Gobierno y a la Cancillería.
Por Orión Mejía