Los congresos partidarios, no son festejos de unanimidades ni bacanales de filisteos, sino en convenciones referenciales en las que se confrontan ideas y propuestas sobre temas estratégicos de la organización y de la sociedad, sobre los cuales deciden las mayorías y se respeta el voto de las minorías.
La autocrítica y rechazo a desviaciones de orden programático o coyuntural son insumos esenciales en los planteamientos que se debaten ante las plenarias, cuyos integrantes tienen deben inmunizarse contra los vicios de grupismo, oportunismo y arribismo.
En sociedades donde burguesía y proletariado no se han desarrollado como clase en sí y para sí, no es posible que un partido promueva unidad ideológica en torno a intereses del capital o la mano de obra, porque no se puede unir lo que no existe.
El PLD de antaño pudo sobrevivir porque Juan Bosch comprendió que la ideología no uniría a su composición policlasista, razón por la cual creó un contrato político y social entre las diferentes capas de la pequeña burguesía y minorías de burgueses y trabajadores que militaban en la organización.
La otra razón por la que ese partido mantuvo coherencia fue porque Los Métodos de Trabajo, así se denominó a ese contrato social, se aplicaron sin vacilación ni privilegio contra quienes lo violaran.
La historia política de América Latina de muestra que los congresos partidarios genuflexos, insípidos, que sustituyen el pensamiento crítico por exacerbado culto a la personalidad y una mayoría mecánica, dañan el vientre de la organización y a la democracia.
Como ejemplo menciono los congresos del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), de Nicaragua y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, de El Salvador, organizaciones que produjeron sendas revoluciones armadas, los cuales sirvieron para acentuar ambiciones políticas de dirigentes y comandantes.
En su congreso después de desalojado del Poder, el FSLN no reconoció los errores políticos y la corrupción aupada por sus dirigentes desde el Gobierno, ni ejercieron autocritica en relación al reparto entre los suyos de mansiones que confiscaron a los oligarcas. Nicaragua es gobernada hoy una pareja de esposos que reemplazaron al Partido y a la Revolución.
El Congreso del FMLN tampoco promovió autocrítica por el fracaso del gobierno del presidente Mauricio Funes, tintado por la corrupción, sobre la cual, los comandantes de la Revolución, solo dijeron que el jefe de Estado no era miembro del Partido. La democracia requiere de partidos fuertes, que en sus congresos haya garantía para que sus miembros ejerzan planamente valores democráticos, como la autocrítica, disidencia, centralismo democrático, respeto a las minorías sin fomentar formas de grupismo, individualismo y excesivo culto a la personalidad.
Por Orión Mejía