No dudo de la voluntad del presidente Abinader de promover reformas profundas en la Policía ni de su evidente enojo porque ese proceso aun no arroja resultados, y menos después de su proclama de que esas transformaciones van a producirse “sin importar el costo político que implique”.
Creo que el mandatario se ha apegado a un libro sobre cirugía general en cuerpos policiales presentado por un especialista español a quien ha encargado producir una incisión profunda en la anatomía de esa institución a los fines de localizar el cáncer y sus metástasis.
Personalidades e instituciones nacionales han sido encargadas por el Presidente para que levanten el diagnostico global sobre las diversas dolencias o falencias acumuladas por la Policía en más de ocho decadas, algunas de las cuales se han agravado grandemente.
He leído sobre hallazgos preocupantes en asuntos relacionados con salarios, carencia de equipos, deplorables condiciones de destacamentos y sedes policiales, excesos de personal con rangos superiores e inamovilidad de ese cuerpo para promover cercanía con la población.
Los especialistas que auscultan a ese cuerpo enfermo no parece haber empleado tiempo suficiente al estudio del historial de la Policía, o al menos no han puesto en relevancia que esa institución nació con el germen de la represión política, un mal genético que se agravó con el virus de la corrupción.
Varias generaciones de dominicanos sufrieron los resabios represivos de una Policía formada y diseñada para aplastar ideologías y servir de soporte a regímenes de oprobios.
Ese cuerpo ha convulsionado con la muerte de tres jóvenes no definidos como delincuentes después de estar detenidos en destacamentos policiales, con el agravante de que en cada caso el alto mando directivo de la institución pretendió ocultar evidentes homicidios.
Esas tres muertes por golpizas en recintos policiales han motivado el enojo presidencial y el hartazgo de la ciudadania ante los recurrentes casos de violaciones a derechos en que incurren agentes y oficiales sin que opere un régimen de consecuencia.
El presidente Abinader va a continuar contra vientos y mareas su proyecto de reforma policial, que debería contar con el respaldo ciudadano, aunque desde esta columna se sugiere un cambio de enfoque al diagnóstico y a la cirugía.
La Policía es todo lo que se ha dicho, incluido que buena parte de su personal es rescatable desde el punto de vista técnico y moral, pero también debe advertirse que lo primero debe ser extirpar el cáncer que padece, el de la corrupción.
Por Orión Mejía