El Diálogo Nacional o Mesa de Diálogo convocado por el presidente Luis Abinader debería tener una trascendencia mayor a la que parecen conferir partidos, empresariado, sociedad civil y propio gobierno, porque los temas a debatir estarían ligados con la economía, democracia y gobernanza.
Se ofrece la impresión de que el liderazgo nacional ha sido convidado a un juego de dominó en el que se aceptan palabras fuera de tono, o a una jornada de tiro al blanco, donde se vale exhibir armas de alto calibre, aun con proyectiles de salva.
Los convocados parecen ignorar que bregarán con fórmulas elaboradas a base de sustancias explosivas o inflamables que deben ser manipulados con extrema precaución para evitar reventar gran parte del entramado democrático y social.
Esos contertulios, con calidades para representar colectividades políticas, empresariales, sindicales, sociales y al propio gobierno, ¿saben acaso lo que significa discutir el alcance de una requerida reforma fiscal o de la modificación del Código de Trabajo?
Predomina la impresión de que la propuesta de modificar “este mismo año” la Constitución representa el tema más volátil, sin llegar a entender que sería la de fuego de distracción para poder quitar las espoletas a otros altamente explosivos.
Más que necesario ese diálogo resulta imprescindible para garantizar armonía entre estabilidad y crecimiento económico, y entre democracia y gobernanza, por lo que se requiere que las posiciones más avanzadas y justas emerjan desde las alforjas del Gobierno.
El presidente Abinader ha dicho que en cuanto a la reforma fiscal propondrá bajar impuestos y reducir el monto del gasto tributario, que este año asciende a más de 209 mil millones de pesos, además de proclamar que los ingresos fiscales deben ser aportados por los sectores que generan mayores utilidades.
Para reducir el peligro de explosión, el Presidente ha dicho que no permitiría que en la reforma de la Carta Magna se incluya el tema de la elección presidencial, pero no ha ofrecido una fórmula que garantice ampliar el gasto social y auténtica democratización de la redistribución del ingreso, para lo cual tendría que alinearse contra un tipo de helicobacter neoliberal inserto en el estómago del gobierno.
De la docena de reformas estructurales o institucionales, la mayoría pueden ser conocidas y aprobadas sin mayores dificultades, aun en una logia, cooperativa, clubes de Leones o de Rotario, pero otros como Reforma Fiscal, Laboral, Seguridad Social e hidrocarburos son altamente inflamables.
Ese ejercicio dialogante debería tomarse muy en serio, porque la disyuntiva hoy sería ese escenario de concertación o la Plaza de la Bandera, desde donde la distancia a Colombia solo son dos pasos
Por: Orión Mejía