El diálogo político es útil para estimular o promover consensos que ayuden a afrontar crisis inéditas o excepcionales en los órdenes económico, sanitario, social o institucional, con la ventaja siempre de que si no se alcanzan los acuerdos deseables, al menos se logra desestimular o disminuir confrontaciones estériles.
A falta de consenso aflora el disenso, por lo que corresponde al Presidente Luis Abinader diseñar un trazado político que permita que reclamos, anhelos o propuestas provenientes de cualquier sector de la sociedad navegue por canales de la anatomía jurídica o burocrática del Estado.
Para entender lo que significa el diálogo político convocado por el jefe de Estado, se menciona la afectación de una pandemia que provocó la pérdida de un millón 114 mil empleos formales y muchos miles informales, además del colapso del turismo e inversión extranjera.
Por primera vez en más de 15 años, la economía tendría un crecimiento negativo a final del 2020, entre 1.5% y 4.5% del Producto Interno Bruto (PIB) y el déficit fiscal, superior al 8%, a causa de una pandemia que ha provocado el colapso de la economía mundial (Estados Unidos -4.5%, Zona Euro -9%, América Latina -10.0%).
Al gobierno de Abinader le ha tocado uno de los momentos más difíciles en los últimos 60 años de la economía nacional, incluidos los periodos posteriores al ajusticiamiento de Trujillo, golpe de Estado y Revolución de Abril, aunque esta vez la democracia política y la institucionalidad jurídica se fortalecen notablemente.
Los encuentros del Presidente con los exmandatarios Leonel Fernandez y Danilo Medina, y con otros dirigentes políticos, empresariales, gremiales, académicos, sindicales y de la sociedad civil, colocan a República Dominicana como la única nación de América Latina que afronta la crisis del coronavirus por vía del diálogo nacional.
Para contener la covid-19 y relanzar la diezmada economía se requiere de un efectivo consenso político, empresarial y social, sin desmedro de la autoridad del mandatario y de su gobierno para señalar el camino a seguir, pero siempre es conveniente estimular el diálogo como forma de desestimular la confrontación estéril, en un momento particularmente delicado de la historia nacional.
Ese diálogo político y social no puede ni debe incluir concesiones filisteas que drenen o agredan derechos y deberes de los poderes públicos, como el Ministerio Publico y la Justicia, aunque tampoco se debe aspirar a instalación de patíbulos o de promover vómitos de retaliación. Que todo opere conforme a los hechos y al derecho.
Estoy convencido que con su iniciativa de promover un amplio diálogo nacional, que ha incluido conversaciones provechosas con los últimos dos exmandatarios, el presidente Luis Abinader ingresa tempranamente en el templo reservado a los estadistas.
Por Orión Mejía