Más de medio siglo después de que Juan Bosch, comenzó a referirse al atraso político del pueblo dominicano, no estoy convencido de que se haya producido algún avance sustancial en el desarrollo de las ideas políticas y de la praxis social.
No se niega que las estructuras jurídico político han tenido un lento pero sostenido desarrollo expresado en oleajes de reformas a la Constitución, aparato estatal, justicia, Código de Trabajo, seguridad social, sistema financiero y régimen electoral.
A pesar de esos pasos de avance, estimulados por la Aldea Global y del desarrollo de la internet, no se exagera si se afirma que en aspectos esenciales de la praxis política parecería que la historia se detuvo al principio de la década de los 70s, cuando Bosch advertía sobre el atraso político.
Años antes de fundar al PLD, Bosch estremeció a la sociedad con su tesis “Dictadura con Respaldo Popular”, un título algo tenebroso, pero que lo que proponía era conformar un frente político contra la oligarquía dominante, no un proyecto de corte comunista o socialista.
Ese remedio no pudo asimilarlo un pueblo que el propio proponente había definido como atrasado en términos políticos, que difícilmente podría entender el criterio que para alcanzar el escenario de liberación nacional, se requería que la incipiente burguesía adquiriera conciencia de clase gobernante y no solo de clase dominante.
Todos los partidos políticos que en el último medio siglo han gravitado sobre el Estado han emergido directa o indirectamente del pensamiento bochista, así sea a través de tercerización promovida por José Francisco Peña Gómez.
Aunque promovidos como eventos político- ideológico de última generación, los congresos de los partidos de esencia bochista no terminan por llenar el cometido que debería cumplir un liderazgo que lleva más de medio siglo lidiando con la política y el Estado. Una pequeña burguesía urbana ha confundido los anhelos de un pueblo con su propia agenda.
En lo ideológico y en la educación política ha habido un retroceso, que se expresa en situaciones como la burocratización del liderazgo de la clase obrera, cuyos dirigentes actúan como empresarios o son adictos al capital, mientras dirigentes liberales se vuelven locos por el cobijo político y económico de la oligarquía.
Ese liderazgo díscolo prefiere aislarse como cangrejo en cueva antes que participar en la nueva realidad política de gran cercanía con el pueblo a través del abordaje por el lado de la solución de los temas fundamentales de la sociedad.
Cuando el líder de uno de los partidos de oposición cifra esperanza de retorno al Poder por vía del clásico desgaste del gobierno, y el presidente de la Cámara de Diputados proclama que prefiere estar como está y no como antes en la oposición, creo que hay razón para preocuparse.
Por Orión Mejía (orion_mejia@hotmail.com)