Deslumbrado quizás por reflectores electorales, o temeroso tal vez de que una fiebre alta de la inflación cause convulsión social, el presidente Luis Abinader coloca paños helados de subsidios sobre el vientre de la población, aunque conlleve incrementar el déficit presupuestario de 174 mil millones de pesos a RD$222 mil millones.
Ambas motivaciones (electoral y la crisis) son atendibles porque resulta difícil que un jefe de Estado aplique política económica restrictiva al tiempo que aspira a la reelección, pero peor sería si permite que por la misma causa se incendie la pradera social.
El director del Presupuesto, José Rijo, ha dicho que pese a que se incrementa el déficit, el Gobierno no contempla enviar al Congreso nuevos proyectos de endeudamiento, aunque está a la espera de la aprobación de US$1,351 millones en préstamos.
Para el cierre de 2022 los ingresos fiscales alcanzarían RD$938,092.4 millones y los gastos se elevarían a mil 160,282.3 millones de pesos, lo que fija el déficit en más de 222 mil millones, equivalente al 18.8 % en proporción al PIB, situación que podría afectar la meta de déficit fiscal, de menos de 3.0 %.
Mantener la economía sobre un balde de agua helada de subsidios y transferencias sociales resulta imprescindible hasta que la fiebre de la inflación baje a niveles por debajo de los 39 grados, como se ha propuesto el Banco Central, cuyas autoridades ofrecen seguridades de que al 2023 se retornaría a la meta de 5+-1%.
Por el lado monetario, el paciente ha recibido la medicina requerida en cada estadio de crisis, como ha sido la de expansión del circulante, reducción de tasas de política monetaria y focalización del crédito, para después disponer alzas en los tipos de interés y retiro de masa circulante.
La infección que causa la desigualdad social no se subsana con agua helada de subsidios, aunque obviamente se reduce la siempre conflictiva calentura, más aun cuando el tratamiento de dolencias graves se postergan sin fecha fija.
Son los casos de la dilatada crisis del sector eléctrico, que se quiso subsanar por el lado de aumento a la factura, sin involucrar en el sacrificio a las generadoras, ni reducir las pérdidas técnicas y administrativas de las distribuidoras.
La otra dolencia cancerígena la representa el sector salud, inaccesible para la mayoría de la población porque los hospitales carecen de medicinas, equipos, calidad de los servicios y porque el Estado aporta menos del 3 % del PIB a la salvaguarda de ese derecho inalienable.
Cuando el paciente se alivie de la inflación volverá a agravarse por la ausencia de un auténtico régimen de Seguridad Social, crisis educativa, carestía de la tarifa eléctrica, caos en el tránsito y transporte, inseguridad ciudadana, feminicidios, violencia intrafamiliar, déficit de vivienda. En esas condiciones, el enfermo no debería salir del quirófano.
Por Orión Mejía