En un 99.9 % las elecciones del domingo serán ganadas por uno de los tres primeros candidatos presidenciales y la restante milésima se otorga a los otros dos postulantes, como también sería casi imposible que se repita el episodio del 16 de febrero.
Al finalizar hoy el toque de queda se completa la desescalada hacia la nueva normalidad que ha traído notable incremento en los contagios de la covid-19, pero también abre compuertas para una intensificación del proselitismo.
Se percibe el afán de influyentes sectores económicos en construir un carrusel tirado por corceles de sus propios intereses para acarrear la percepción ciudadana hacia el nicho electoral de su preferencia.
Ante ese cuadro de presión electoral, el presidente Medina exhortó a la militancia del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), a defender el voto como propia vida, y proclamó que en cualquiera de los escenarios presentados por las encuestas, Gonzalo Castillo ganaría las elecciones.
El presidente del partido que se cobijaría en ese edificio de percepción, advirtió que los resultados electorales deben corresponder a los resultados de esas encuestas, con la consiguiente amenaza de lo que ocurriría si el vaticinio no se cumple a pie de letra.
Atrás quedaron las denuncias de que el Gobierno mantiene secuestrada o de que impone terror a la población, porque desde hoy comienzan los bailables, sin importar un posible rebrote de la pandemia con su secuela de contagios y decesos. El propósito siempre fue el de canjear muertos por votos.
No se niega el poder casi omnímodo de esos los sectores que pretenden suplantar al liderazgo político opositor para comandar las tropas que escoltarán al carrusel de una percepción construida con saliva y hojas de papel, pero olvidan que se enfrentan a un conglomerado partidario bien entrenado en temas electorales.
Luis Abinader y Leonel Fernández pueden recibir el voto mayoritario de los electores, pero en esa canasta de posibilidades se incluye también a Gonzalo Castillo, bajo la bíblica premisa de que quien ganó, ganó y quien perdió, perdió, sin que ningún hijo de David use su poder para levantar polvaredas mediáticas.
Esos sectores influyentes, que son presentados como innominados o invisibles, aprovechan la coincidencia de elecciones y covid-19 para obligar al liderazgo político a canjear espejitos por oro, o para castigar el atrevimiento del Gobierno de construir a Punta Catalina que atenta contra los intereses de un oligopolio.
El problema no es quien ganará las elecciones, sino el temor a lo que pueda ocurrir el día después si el perdedor no reconoce su revés o si dioses del olimpo económico desatan su ira y perturban con rayos y centellas los cielos de la democracia. Aun así, creo que será una modélica consulta cívica.
Por Orión Mejía