En lo que Juan Bosch quizás se equivocó fue en confiar que con las condiciones materiales de existencia prevaleciente en el país y la estratificación social derivada de ese escenario de hace medio siglo, se podría articular un partido con una compleja estructura y funcionalidad, la cual privilegiaba lo colectivo sobre lo individual.
Bosch se dedicó a estudiar la composición social dominicana, el comportamiento de los diferentes estamentos de la pequeña burguesía, que aun conforma la mayoría de la población, así como las causas del fracaso del tipo de democracia que quiso promover como jefe de Estado, en 1962.
El Partido de la Liberación (PLD) fue creado con la misión de “completar la obra de Duarte”, meta que se refiere a consolidar la soberanía y a promover un sistema de gobierno basado en libertad, justicia y equidad. Se parte del criterio racional de que la gestión de veinte años del PLD no ha sido totalmente buena, pero tampoco absolutamente mala.
A lo que estas líneas aspiran es a incentivar algún tipo de discusión sobre cuál sería la fisonomía o naturaleza del partido que se requiere para poder impulsar una auténtica democracia social, sobretodo en un presente matizado por una crisis global de naturaleza geopolítica, económica y medioambiental, en los albores de la Cuarta Revolución Industrial.
Sin pretender imponer el criterio de que cada quien actúa conforme al lugar que ocupa en las relaciones de producción, de justicia es decir que la sociedad dominicana aun es mayoritariamente pequeñoburguesa, aunque se ha producido una provechosa migración desde segmentos bajos hacia niveles medios de ese sector de clase.
Se admite que la burguesía nacional se ha fortalecido y extendido en las últimas décadas al amparo de la diversificación y expansión de la economía, especialmente en los ámbitos del turismo, industria, exportaciones, zonas francas, comercio, y construcción, pero sería temerario afirmar que tal contextura económica la convierte ya en una clase gobernante.
En el último medio siglo, partidos que anidan en su dirección a pequeños burgueses, inician con la efervescencia de pretender cambiar de la noche a la mañana la injusta estructura jurídica política del Estado, pero al arribar al gobierno caen en las fauces de la oligarquía.
El partido ideal debería reflejar en su seno la composición social dominicana, pero en su liderazgo una alianza de naturaleza ideológica entre clase media, sindicatos, gremios profesionales, industriales, asociaciones agrícolas y pecuarias y emprendedores, como forma de disuadir las franquicias partidarias.
Por Orión Mejía