Durante los veintidós años que van de siglo casi toda América Latina ha sufrido episodios de recesión económica, incluido República Dominicana que lo tuvo en 2003 cuando la economía experimentó un crecimiento negativo del 2,0%, pero ni antes ni después el PIB nacional ha cerrado en rojo, con excepción del pandémico 2020.
La economía dominicana se ha mantenido por el sendero del crecimiento, con las señaladas excepciones, incluso durante la crisis financiera mundial causada por la explosión inmobiliaria de Estados Unidos y la quiebra de Lehman Brothers en 2008.
Han sido 30 años de crecimiento con promedio superior al 5%, lo que permitió al país realizar el crossover desde “una economía del postre”, (azúcar, tabaco en rama, café y cacao), a otra sostenida en los servicios turismo, zonas francas, inversiones, remesas, telecomunicaciones.
Durante esos tres decenios las zonas francas, antes maquilas textileras, emigraron hacia el campo tecnológico e industrial, en tanto que las exportaciones se diversificaron y con valor agregado, como g agregaron valor, como guineos y cacao orgánico, frutos y vegetales en ambientes controlados.
Con una visión menos bananera en la gestión de los recursos mineros, así como el incremento de las exportaciones nacionales y de zonas francas, los aportes del turismo, remesas e inversión extranjera, la economía genera más de 30 mil millones de dólares anuales.
A eso se debe que el Banco Central exhiba unas robustas reservas netas de US$14 mil millones, equivalentes a un 14% del PIB, suficientes para financiar más de cuatro meses de importaciones y para ejercer control sobre el tipo de cambio.
La economía dominicana ha sido tan resiliente como para sobrevivir a las crisis de la burbuja hipotecaria, de 2008, a la de la pandemia del 2020, y aun al impacto de la guerra Rusia- Ucrania, de 2021, pero debería advertir que esa fortaleza no significa que sea imbatible.
Lo primero que el gobierno debería entender es que el conflicto entre Moscú y Kiev, que es en realidad entre Rusia y Occidente, se va a prolongar y agravar por mucho tiempo, como lo demuestra el discurso guerrerista exhibido por el inquilino de la Casa Blanca.
Si es así, los precios del petróleo, trigo, maíz, soya, fertilizantes, fletes y productos terminados se mantendrán en alzas, lo que supone un agravamiento de la crisis en este traspatio y su prolongación más allá del periodo electoral.
No sería exagerado exhortar a Gobierno, clase política y sector productivo a prever que adición a la crisis económica, surjan escenarios no deseables, como crisis social y crisis política.
Por Orión Mejía