Hace casi 50 años que leí “El Manifiesto Comunista”, de Karl Marx y Federico Engels, texto con una gran dosis esquemática de la cual sobresalía la famosa consigna Obreros del mundo: ¡Uníos!, con la que ambos pensadores proclamaron su tesis de que “el internacionalismo proletario”, es decir la solidaridad mundial de los trabajadores, sería la vía para imponer la “Dictadura del Proletariado”.
La izquierda asumió esa tesis promovida casi un siglo atrás, que sostenía la existencia de una clase obrera “en sí y para sí”, sin importar si se trataba de tipos de sociedades en las cuales las relaciones de producción eran de naturaleza rural o semi rural, donde la mano no se vinculaba con la maquinaria industrial.
La teoría revolucionaria del presidente Mao, tan desdibujada aquí, intentó, sin éxito, adecuar el pensamiento de Marx y Engels a la realidad de pueblos muy distantes de la revolución industrial y, por consiguiente, sin una clase obrera en capacidad cualitativa y cuantitativa para liderar e imponer un tipo de Dictadura.
No pretendo recrear las discusiones sin fin que jóvenes de esos tiempos sosteníamos en los liceos, la UASD, sindicatos, clubes y en cualquier esquina, aunque siempre es bueno recordar la tesis bochista que defendíamos con vehemencia de que no puede triunfar una Dictadura del Proletariado en una sociedad donde en términos económicos, ideológicos y políticos no predomina una clase obrera.
Lo que sí quisiera resaltar es que a la luz del Manifiesto Comunista y de otros textos de tan ilustres pensadores, aunque se situaba a la “burguesía nacional” como el enemigo a vencer en el plano interno, el concepto prevaleciente fue siempre “el imperialismo”, como el engendro de explotación de los pueblos.
Al proletariado se le señalaba el compromiso del internacionalismo o la unidad global como condición para lograr imponer en cada territorio posible la dictadura de la clase obrera, aun con las condiciones particulares o “momento históricamente determinado” de cada pueblo.
El mundo ha experimentado una transformación radical y asombrosa que lo ha convertido en una Aldea Global sostenida en las tecnologías y las comunicaciones, en el que prevalece una especie de “internacionalismo burgués” y un “nacionalismo proletario”, al revés de como lo idearon Marx y Engels, porque “el capital” se ha vuelto un activo innominado que se expande como el aire.
China, Rusia y Vietnam son ejemplos de la bifurcación entre capitalismo y socialismo, en tanto que la clase obrera ignora hoy a cuales rincones del mundo va a parar su plusvalía, como si toda la mano de obra del planeta se congregara en un “call center”, carente de bandera, idioma e himno y cultura. ¿El fin de las ideologías? ¿O del sueño proletario?.
Por Orión Mejía (orion_mejia@hotmail.com)