La mayoría de los dominicanos respaldamos el conjunto de acciones que aplica el Gobierno ante la progresiva desintegración del Estado haitiano, agravado por la manifiesta indiferencia internacional, especialmente de quienes deberían ser sus dolientes: Estados Unidos, Canadá y Francia.
En el ajedrez interno, el tema haitiano se bailotea desde diferentes intereses, algunos de los cuales son tóxicos o nocivos, aunque se arropen con sábana de nacionalismo, porque al final lo que persiguen es mantener el uso y disfrute de mano de obra barata y asequible.
Esa gente piensa y actúa como si República Dominicana fuera un conglomerado aislado y no una economía en crecimiento con indicadores sociales y humanos que le agencian liderazgo en Latinoamérica, que atrae inversiones por US$2,500 millones en promedio anual y con un PIB real de más de US$90,000 millones.
No entienden que apresar a parturientas haitianas dentro o en los rededores de hospitales lesiona la reputación del gentilicio dominicano. No reclaman con el mismo ímpetu que sometan a la justicia a los empleadores de mano de obra de indocumentados o a las mafias que operan el tráfico de ilegales.
Mi amigo, José Café, me envía desde Barcelona, España, una reflexión sobre el tema que deseo compartir con mis lectores, no sin decir que la asumo plenamente:
“Con dudas sobre las formas y las justificaciones, la preocupación de RD es legítima porque los pronósticos podrían ser peores de lo que aparentan. Haití, más allá de la matraca del estado fallido, es un estado en una situación de deterioro tal que podría estarse acercando a un punto de no retorno. Es una granada de explosión unidireccional cuyas esquirlas solo tienen como destino a República Dominicana.
Si explota sería devastador en todos los sentidos. Generaría un malestar psicológico generalizado y sin precedentes. Diría que unánime porque el pro haitiano no existe en la denominación de origen dominicana. Lo que hay son muchos dominicanos defensores de los derechos humanos. Cualquier cosa fuera de ahí lo ponen los demás.
En el plano socioeconómico sería igual de nocivo. Todos los valores de nuestros indicadores bajarían porque tendrían que ser divididos entre una población mayor. Igual pasaría con nuestro posicionamiento internacional, descenderíamos en todos en todos los rankings.
Desde los mandatos de Leonel Fernández se ha estado tratando de consensuar una solución internacional para Haití, pero a los demás países no les interesa. Como RD sería la única afectada con su derrumbe, tendrá que actuar sola y proactivamente. Si puede ser con previo acuerdo con el vecino, entonces mejor”.
Por Orión Mejía