Cuando el presidente Balaguer denunció una trama internacional encaminada a reeditar el principio de la isla única e indivisible, la oposición y la academia la tildaron de absurda y le endilgaron el propósito de distraer a la población para obtener provecho político.
Nadie en su sano juicio podía creer que Estados Unidos, Francia y Canadá podrían promover una confabulación para fundir dos países que, aunque comparten una misma isla, son absolutamente diferentes, pero hoy debería admitirse que ese propósito todavía persiste.
La Novena Cumbre de las Américas demostró la secular indiferencia de Washington sobre América Latina, pero en ese escenario imperial resucitó el añejo despropósito denunciado hace muchos años por Balaguer.
En el diseño de la agenda de esa reunión se colocó el tema migratorio en el lugar más preeminente, a pesar de que América Latina ha sido convulsionada por la pandemia y de la guerra Rusia-Ucrania, lo que se explica porque es un asunto esencial para Estados Unidos.
“La Declaración de Los Ángeles”, el infausto texto evacuado por esa cumbre, constituye un motivo de agresión y afrenta contra la soberanía de República Dominicana, nación a la que pretendió condenar a fungir como cirineo de Haití hasta el momento mismo cuando el desbordamiento migratorio haga posible la fusión.
El propósito general de esa trama es el de obligar a naciones como Colombia, Ecuador, Chile, Brasil, Panamá y Costa Rica a modificar su estatus de países “expulsadores” de inmigrantes indocumentados a “destino final» de esos flujos migratorios.
La vicepresidenta Kamala Harris ha sido encargada de aplicar ese plan en el triángulo norte de Centroamérica (El Salvador, Honduras y Guatemala), que procura establecer zonas en esos países multinacionales estadounidenses que provean empleos y expansión de las economías, además de un programa de asistencia por más de dos mil millones de dólares, como forma de desalentar las caravanas migratorias hacia Estados Unidos a través del territorio mexicano.
Con ese mismo objetivo se ofrece a Suramérica un programa para rescatar la Amazonía, a cambio de colaboración en convertir sus territorios en “destino final” de una inmigración que hoy se enfila hacia Norteamérica.
Con respeto a Haití se resalta la obligación de legalizar la inmigración ilegal, con la clara intención de convertir a República Dominicana en “destino final” de la inmigración haitiana. No figura ningún compromiso de asistencia económica o logística a Puerto Principe, porque la idea ha sido siempre la fusión.
Por Orión Mejía