El director chileno, Patricio Guzmán, quien ha dirigido más de 20 películas y documentales, como “El caso Pinochet”, “La nostalgia de la luz”, en los que refleja su férrea defensa a los derechos humanos, que “Chile es un país bien vestido pero miserable”, lo que creo un buen símil para el nuestro.
En “Mi país imaginario”, su más reciente trabajo, Guzmán recoge incidencias de las protestas que estallaron en esa nación sudamericana en octubre de 2019, que obligaron a la redacción de una nueva Constitución a cargo de una Asamblea elegida democráticamente.
En ese documental quedó constancia de la violencia con la que el gobierno reprimió las manifestaciones, así como la destrucción que los enfrentamientos causaron, pero tres años después, el 62% de los chilenos rechazó en un plebiscito la propuesta de nueva Carta Magna.
El oleaje de protestas aquí tuvo su motivo en el reclamo casi exclusivo de poner fin a la corrupción que se atribuía al gobierno del presidente Danilo Medina, sin que el movimiento Marcha Verde colocara en su carpeta otras conquistas sociales, institucionales o económicas.
A pesar de que fracasó el objetivo principal de las protestas en Chile, de sepultar la constitución neoliberal heredada de la dictadura de Pinochet y revocar las privatizaciones de esenciales medios de subsistencia como el agua, transporte y seguridad social, Guzmán cree que ese anhelo persiste entre los chilenos.
Marcha Verde pudo ser mucho más de lo que fue, pero antes de poder respirar, ese movimiento de clase media fue convertido en un tsunami electoral, sin agenda social, sino con una aspiración ética que aún no se cumple ni tampoco los originarios timoneles de ese movimiento tienen intenciones de retomar.
Aquí como en Chile, “el sueño de un país más justo y digno está más presente que nunca”, como ha dicho Guzman, quien considera que “el sueño no cambia, solo tarda en llegar”. Los dominicanos deberían asimilar la experiencia chilena.
Chile es todavía hoy “un país bien vestido, pero miserable”, que durante los 17 años de dictadura y varios decenios después se mercadeó como el paradigma de América, pero ha sido en realidad una de las naciones más desiguales del continente, donde hasta el agua potable y de riego esta privatizada y el régimen de seguridad social ha colapsado varias veces.
República Dominicana exhibe un mejor traje que Chile porque, contrario al régimen de Pinochet, aquí el Estado construyó más de 35 presas o reservorios para consumo y distribución del agua y generación eléctrica, incluido la instauración de juntas de regantes que administran la distribución del líquido.
Por Orión Mejía