El escenario haitiano descrito por el canciller Roberto Álvarez, de “un crecimiento impresionante en tamaño y poder de pandillas armadas con autonomía política como nunca antes se había visto”, no tiene referente en América Latina, pero sí en África, donde ejércitos irregulares y grupos de sicarios han causado el desplazamiento de 18 millones de refugiados.
Las instituciones jurídico política de Haití están inhabilitadas o funcionan precariamente, con el agravante de que el magnicidio del presidente Jovenel Moïse ha provocado una combinación de abismo institucional e intensa lucha por el Poder.
Esa pugna se refleja al interior de grupos monopólicos y oligopólicos que dominan la estructura de producción y comercialización, basados en prácticas desleales empresariales como contrabando, evasión fiscal, especulación y lavado de dinero.
Esa pirámide de inestabilidad e inseguridad se sustenta en bandas armadas que, como dice el canciller experimentan un impresionante crecimiento y amplían control territorial sobre Puerto Príncipe, donde son ley, batuta y Constitución.
En ningún otro país del continente, ni aun en México y Colombia, se producen oleajes de desplazamientos humanos a causa de la violencia promovida por bandas armadas, aunque es preciso señalar que ese cuadro de caos es característico en muchas naciones africanas como Somalia y Burundi.
El comando de por lo menos 28 sicarios contratado para asesinar a Moïse, aunque de mayoría colombiana, actuó con niveles de brutalidad criminal propio de los ejércitos irregulares que desangran a pueblos africanos.
En México, bandas armadas, solventadas por el narcotráfico, desfilan en público como inequívoca señal de control territorial, y en Colombia, guerrillas disidentes y grupos irregulares financiados por cárteles de la drogas, también desafían al Estado, pero sin mayores riesgos de provocar enormes desplazamientos humanos.
Los más de 18 millones desplazados en África por la violencia, con protagonismo de ejércitos dirigidos por sicarios reclutados por mafias empresariales que usufructúan las riquezas de esos pueblos, como oro, petróleo, diamante, productos agrícolas y pecuarios, intentan refugiarse en países vecinos o cruzar el mar hacia Europa.
En Haití están dadas las condiciones, con distancia guardada, similar a la de África, con amplio control territorial de bandas armadas dirigidas a control remoto desde la Florida y Colombia, con el temor de que la ruta de desplazamiento ante un estallido mayor de la anarquía y el caos sería hacia la frontera terrestre.
Basado en lo que dijo el canciller sobre el crecimiento impresionante en tamaño y poder de las bandas armadas que medran en Haití, no se exagera si se afirma que la erupción del volcán haitiano provocaría el desplazamiento de centenares de miles de personas hacia el otro lado de la barandilla fronteriza. Ojalá que no.
Por Orión Mejía (orion_mejia@hotmail.com)