Mi amigo José Café comentó mi pasada columna “Ingreso versus riqueza” y yo me referí a su comentario:
“Estimado Orion: De desacuerdos nada, solo diferentes maneras de escribir lo mismo. La producción en manos privadas no implica dejarles el desarrollo social a las manos invisibles. Para eso está el Estado con su presupuesto y poderes. Igual, si ya controla un nicho rentable o que no lo es ni lo sería con el sector privado, no hace falta cambiar.
Chile es clase aparte. Tiene el PBI más alto de la región y está por encima de muchos países europeos. Recorrí ese larguero en 1989 junto a colegas de las telefónicas sudamericanas. Cuando expresé mi sorpresa, me dijeron que siempre ha sido así de organizado. Observé muchos detalles ordenativos prácticos y baratos. Uno de ellos es que embarran de pinturas lumínicas los postes y árboles que escoltan las carreteras.
Si repites compaña política, se lo podrías proponer a tu candidato. Sale más barato que los afiches, es permanente y le daría de comer a los campesinos circundantes.
Lo de Venezuela es la crónica de una muerte anunciada por más de un siglo. Es una economía mono productora, no diversificada… Si el precio de su única mercancía baja drásticamente, todo se derrumba. La propaganda negativa contra Chávez y Maduro solo ha agravado la profecía.
Coincido con la presión tributaria matizando que no es el momento. El mundo se está descapitalizando. Sin caer en exageraciones, mejor está RD que España”.
Aquí mi reflexión:
No estoy de acuerdo con una economía centralizada, pero tampoco con colocar el automático al rebrote que debe producir el crecimiento económico para que se convierta en desarrollo social.
Dejar todas las incidencias de la sociedad al libre mercado no parece buena idea, como lo demuestra el caso de Chile, aunque tampoco es prudente un populismo descontrolado como ha ocurrido en Argentina y Venezuela.
Lo que digo es que el crecimiento real del PIB anual debe reflejarse en el Presupuesto General del Estado, lo que se logra a través de una fiscalidad justa y equitativa, en la cual las riquezas no se conviertan solo en utilidades para una elite, sin pretender aspirar se diluya por cloacas de la corrupción.
La solución debe ser la de la fiscalidad por medio de una justa presión tributaria como ocurre, por ejemplo, en naciones del norte de Europa, donde la tributación a la clase media y muy alta, se traduce en un Estado de bienestar social, sin intervenir el Estado en mercado.
Te reitero que tan nocivo es el neoliberalismo que fomenta la concentración de capital y utilidades, como los gobiernos populistas que redistribuyen déficits fiscales que es como repartir deuda y miseria.
Por Orión Mejía (orion_mejia@hotmail.com)