Al programa oficial de lucha contra la delincuencia le sucede lo mismo que ha inhabilitado otros esfuerzos por desalojar delincuentes de las calles o impedir que se adueñen de los asentamientos humanos, que ha consistido en convertir esas iniciativas en laboratorios para probar soluciones fantasmagóricas, justificaciones cantinflescas para sustituir realidad por ficción.
Como todo en la vida, el sentido común se erige como medicina a partir de la cual se aplican medicamentos o cirugía que se requieren para conjurar cualquier dolencia social, especialmente la relacionada con el auge o rebrote de la delincuencia y criminalidad.
El recetario que se aplica para conjurar la inseguridad ciudadana es, en términos generales, el mismo que emplearon otros gobiernos, basados en reforma policial, incremento del patrullaje con refuerzo militar, división de los sectores en cuadrantes y uso de estadísticas sobre incremento o reducción de ilícitos penales.
Voceros oficiales se encargan de mercadear la especie de que el paciente mejora notablemente, aun cuando permanezca intubado en sala de cuidados intensivos, mientras técnicos nacionales y extranjeros anuncian la buena nueva de que han probado con éxito una vacuna contra la delincuencia. Así es y así ha sido.
El ministro de Interior, Jesus -Chu- Vászquez, dijo que la incidencia delincuencial solo aplica en 14 municipios, por lo que en las otras demarcaciones habría disminuido, en tanto que otros funcionarios atribuyen el auge de la criminalidad a una errónea “percepción” ciudadana incompatible con la realidad.
Mal haría yo en presentar aquí fórmulas de Melquiades sobre como conjurar el rebrote de delincuencia o de liberar a la población de la prisión “Matrix”, que convierte “la percepción” en realidad, pero me atrevo a sugerir que las autoridades apliquen sentido común como forma de afrontar ese flagelo.
Se entiende que la aplicación en barrios o municipios del módulo que ha preparado Interior para reducir la delincuencia, tendría efecto positivo, pero para eso se requiere activa participación y presencia del aparato represivo de la ley representado por el Ministerio Público y la Policía.
Si las estadísticas indican que en una demarcación la mayoría los crímenes y delitos se perpetran en horario determinado, el sentido común indica que las autoridades deben enfrentar a los delincuentes durante ese periodo, sin “encerrar” a los ciudadanos como resulta de la prohibición de expendio y consumo de bebidas alcohólicas desde la medianoche.
¿Cómo decirle a la gente que se aplica ley seca a partir de la medianoche porque los delincuentes están en las calles? Lo sensato sería cuidar a la ciudadanía a cualquier hora, donde quiera que se encuentren, sin conculcar derechos fundamentales.
Por Orión Mejía