No sé si a ustedes les pasa lo mismo, cuando ven o saben, a través de las noticias o las redes, de algún abuso de aquellos llamados a proteger al ciudadano. En mi caso siento la misma impotencia, se me hace un nudo en la garganta y mis ojos se nublan de un dolor muy conocido y repetido.
Cuando vemos que un ser humano igual que todos, pero revestido de ¨autoridad¨, en lugar de usar ese poder, que tiene para proteger al débil e inocente y perseguir al agresor y violador de las leyes, hace precisamente todo lo contrario.
Cuando detienen a un obrero en las calles, a un vendedor de frutas, a un delivey, a cualquier persona que es bien conocido que anda trabajando, buscando el sustento de su familia de manera honrada y entonces se le agrede, entonces eso hiere en lo más profundo, eso provoca indignación.
Lo mismo que aquel, que utiliza su rango o posición de poder para robar, engañar o abusar, máxime cuando se trata de un puesto de elección, como sucede con diputados y senadores que usan el congreso de la nación para hacer negocio y contrabando, en lugar de trabajar incansablemente por mejorar el nivel de vida y la dignidad de quienes le eligieron.
Lo funcionarios públicos, empezando por el Presidente de la República, que en lugar de ir a servir de arbitro en el Estado, y contribuir con una mejor distribución de la riqueza del país, se quedan del lado los que tienen y se olvidan de los que no tienen y por quienes fueron elegidos.
O los jueces, que venden sentencia al mejor postor y contribuyen al actual desastre del sistema judicial en donde apenas se conocen menos de un diez por ciento de los casos judiciales en el país, igual hacen muchos fiscales y abogados.
Esa no fue la patria que quiso Duarte, Luperón, Las Hermanas Mirabal y muchos más sin nombres en sus tumbas, que dieron su vida por este pedazo de patria llamado República Dominicana.
Es bueno advertirles a esos que manchan ese uniforme que visten, a aquellos que usan su inteligencia para mentir y engañar, que un día, más temprano que tarde, las cosas cambiarán, como todo cambia en la vida.
Cuando llegue ese día, aunque pasen 100 años, no habrá perdón ni olvido para sus crímenes. Sus nombres traidores, serán recordado como eso, unos viles traidores a la patria. En su momento alguna que otra generación lo sabrán colocar en su justo lugar en la historia, que ya será diferente, sin manipulación ni engaños, nunca más.
Deben saber, esos que hoy prostituyen a sus subalternos para aprovecharse de las ventajas que ofrece la complicidad con la mentira. Esos que dicen detentar el poder de una supuesta democracia, borrando toda disidencia…
Todos esos, que hoy contribuyen con el actual estado de violencia, por la falta de equidad y justicia, deben saber que, no es imposible el advenimiento de una sociedad que tenga como fundamento la promoción de valores éticos basados en el mérito, el trabajo, la verdad y la justicia, esa generación viene por ahí.
Por Ebert Gómez Guillermo