El gobierno del Partido Revolucionario Moderno (PRM), acaba de cumplir dos años manejando las cosas públicas y no se puede decir que el balance, en término de resolver los problemas nacionales, le sea favorable.
Y es que al PRM le llegó el gobierno sin esperarlo y sin estar preparado para ejercerlo y sus ejecutorias, sus escándalos administrativos, muchas veces salpicados con implicaciones morales, y la violencia menudeada en los más altos niveles de la administración pública, distan mucho de aquel ilusorio cambio que le vendió a la sociedad dominicana.
El pueblo no ha visto el cambio que esperaba y los dirigentes del partido gobernante lo saben y es debido a ello que, en su actual proceso de renovación dirigencial, han procurado no hacer ruidos innecesarios y que el mismo pase sin traumas mayores.
De ahí el llamado “consenso” previo a la consulta eleccionaria de sus dirigentes.
La insatisfacción de las promesas incumplidas, el inconformismo de su propia militancia y la ausencia de una política estatal unificada y coherente a favor de la mayoría desposeída, han imposibilitado que el PRM se convierta en el partido de esta mayoría, porque, aunque ganó las elecciones de 2020, lo fue gracias a la migración de la voluntad política de una franja de la población que no era perremeísta y que aún sigue siendo no perremeísta.
Los dos primeros años de gobierno del PRM han sido suficientes para dejar al descubierto el engaño que escondía en las llamadas “marchas verdes” y en las concentraciones de la “Plaza de la Bandera”.
Éstas sólo fueron señales de humo de manera que muchos han llegado a pedir perdón al pueblo dominicano por haber participado en unas actividades que se pensaban cívicas, pero, que terminaron siendo políticas, aupadas por una organización que no las ha honrado.
El escenario político se está definiendo alrededor de dos grandes organizaciones políticas, el PRM, partido gobernante, y el PLD con 20 años de experiencia en la gobernanza del país, y una tercera, la Fuerza del Pueblo, una organización de reciente formación, pero, liderada por el tres veces presidente de la República, el doctor Leonel Fernández.
La Fuerza del Pueblo es aún una organización en cierne y requerirá de mayor tiempo para que pueda convertirse en opción viable, y bajo las premisas de que el partido gobernante no ha podido lograr que el pueblo lo asuma como el de la solución a sus males, no es esperable que el PRM conserve el favor popular que lo llevó al poder en 2020.
En los actuales momentos se observa cómo, en la recomposición de las fuerzas políticas de cara al 2024, el Partido de la Liberación Dominicana, con una estrategia global única, emergente y certera, demuestra capacidad de auto-regeneración y reproducción, y va recuperando, a pasos agigantados, dentro de una arquitectura de nuevas estrategias partidarias complementarias, el favor popular que otrora lo llevó al solio presidencial.
Una muestra de ello es que las actividades que realiza por todo el país el aspirante a la nominación presidencial por el PLD, el licenciado Abel Martínez, bajo la consigna de “quien cambia una ciudad cambia un país” ha concitado tanto apoyo y entusiasmo en el pueblo que ya se percibe en la psiquis colectiva como si fuera el candidato oficial de esta organización política.
Con una oposición nucleada para desplazarlo del poder, tal parece que el Partido Revolucionario Moderno tendrá que vérsela en el 2024 con un Partido de la Liberación Dominicana renovado, decidido, con una organización política que ha sabido asumir las causas de su derrota electoral de 2020 y que ahora emerge como un partido nuevo, auto regenerado, con nuevas propuestas, con caras frescas, y en sintonía con las actuales realidades del espectro social dominicano.
Por Ramón López Ynoa
*El autor es catedrático de la UASD