“La historia que nos miente, hecha por esos que nos mienten, también puede ser deshecha” (Eduardo Galeano).
En el presente, con las actuales coyunturas geopolíticas, América Latina no puede ser la fuerza de las armas, es la realidad y la opción más inteligente, de otro modo sólo seguiremos alimentando al monstruo que de ella se nutre. América latina tiene que ser la razón.
Las negociaciones sobre bases justas e igualitarias deben ser la garante ideal para preservar paz y progreso para todos. Allí es donde pesarán las voces de quienes puedan arrojar luz en la conformación de un nuevo orden mundial más justo, más incluyente, más diverso.
Cada país o nación, pequeña o grande, aspira a vivir en paz, con lo necesario, con el desarrollo al nivel y la capacidad que puedan aportar sus ciudadanos y la realidad de su entorno.
Con las garantías que puedan ofrecer sus respectivos gobiernos, no con modelos impuesto a través de la fuerza, las presiones económicas o las guerras.
Un país debería ser tan rico, poderoso y grandioso de acuerdo a sus recursos, al aporte que puedan hacer sus ciudadanos o por el esfuerzo colectivo de los mismos. No el precio que tengan que pagar otros pueblos, no las riquezas de otros, no la mano de obra mal pagada de los ciudadanos de otros países.
Los países del llamado “primer mundo”, han decidido globalizar la economía, el consumo, el comercio, los gustos, la moda, los sistemas de gobierno, las guerras, los amigos y enemigos; es justo que también globalicen como combatir el hambre, las enfermedades, las injusticias y las desigualdades.
Ya no pueden pretender imponer a cientos de miles de millones de seres humanos como vivir, que comer, como vestirse o cuáles son nuestros amigos o enemigos. Eso en este tiempo se hará difícil.
La humanidad ha sufrido bastante desde la esclavitud, las discriminaciones por el color de la piel, la repartición de las riquezas del planeta y el abuso de los países más grandes y desarrollados en contra de los pequeños o con menos desarrollo.
El terror y la desconfianza deben dejar de ser impuesto por conveniencia o ambición. Los fantasmas de la inseguridad y la violencia tienen que ser desterrado de las relaciones entre naciones.
El “enemigo feroz” será en todo caso la indiferencia, de seguir permitiendo que el mal triunfe sobre lo justo y correcto. No debemos seguir siendo indiferentes.
Ahora es insostenible el engaño, el mundo le pertenece a la verdad. La verdad es sinónimo de justicia y la justicia equivale a equidad. Ya no es posible que nadie pretenda robar lo que no es suyo, sin que su dueño se dé por enterado.
Los imperios de cualquier color, sólo favorecen controlar y administrar el poder en las naciones que mantienen bajo su influencia, al precio de mantener y permitir, en muchos casos, regímenes injustos en contra de los propios ciudadanos de esos países.
Nuestro planeta es hoy un lugar muy pequeño. Ahora las personas pueden distinguir y ver, con mucha más claridad, a los lobos disfrazados de corderos. “Quien piense que posea una verdad no puede propagarla a base de matar o esclavizar a otros pueblos” (Fidel Castro Ruz).
Es vital que otras naciones se cuestionen en este momento, sobre ¿qué hacer? ante quienes, deliberadamente, pretenden atentar contra la vida, la paz y la salud del planeta. La indiferencia es inaceptable e irresponsable ante lo que sucede.
Hacer, expresarse, unir esfuerzos hacia un objetivo común es lo que, desde siempre, ha marcado la diferencia y movido las sociedades a estados superiores de bienestar. Comprometerse con las necesidades de cambios que urgen a nuestras sociedades es ahora, mañana puede ser tarde.
Los poderosos no quieren entender ni aceptar que la forma de las personas ver y conocer la realidad, hoy no es la misma de hace tres o cuatro décadas. No pueden seguir desconociendo la deuda histórica que tienen con otras naciones.
No pueden seguir odiando ni promoviendo el odio entre los hombres por sus conveniencias particulares, sépanlo bien. No promuevan ni aprovechen la ignorancia.
Los líderes de aquellas naciones que, por jemplo en el actual conflicto entre Ucrania y Rusia, ofrecen armas en lugar de mediar para la paz, son enemigos de ambas naciones, son enemigos de toda la humanidad y deben ser parte del mal que hay que desterrar de este planeta.
Ahora no es posible la esclavitud ni la expropiación que dio nacimiento al capitalismo, ya no es posible cambiar espejito por oro, ni recetas como formas de gobiernos. El mundo no pertenece a un grupito de iluminados, hay que informarles que nunca más
Toda América aspira a sociedades donde lo principal a tomar en cuenta sea el ser humano, donde queden proscritas las guerras, donde la única vía para combatir sea, en el plano ideológico.
No tenemos un Miranda, Bolívar o José de San Martín, pero tenemos otras herramientas y avances que ellos no tuvieron. América Latina sueña con su autodeterminación y libertad. Esa es una constante y siempre lo será.
“Con las actuales condiciones, América tiene la oportunidad de cambiar todo lo que deba ser cambiado, de emanciparse y lograr que todos los hombres sean tratados como seres humanos” (F.C.R)
Los representantes de los países con más desarrollo ya no podrán seguir repartiéndose los territorios y sus riquezas a su antojo. “Es el momento de desafiar poderosas fuerzas contrarias a los intereses de los pueblos oprimidos y pobres, para lograr su libertad plena y sus derechos iguales frente a otras naciones” (F.C.R).
No propongo falsas ilusiones, el mundo se encuentra aún muy dividido, la ambición del hombre y las naciones sigue todavía latente, pero el presente plantea retos ineludibles.” No hay alegatos posibles que puedan impedir ver las sombras que nos niegan la luz”.
“Hay que restablecer el sentido de solidaridad entre los pueblos, de justicia social. Hay que rescatar esos valores y principios éticos y cristianos al precio de cualquier sacrificio y no existirá fuerza alguna capaz de aplastar estas ideas de verdad, igualdad y justicia” (F.C.R).
Por Ebert Gómez Guillermo